Los eclipses son eventos astronómicos que, por su variabilidad y circunstancias, muchas personas no tienen la oportunidad de ver a lo largo de su vida. Sin embargo, quienes han estado para experimentar uno, sea por fortuna o porque se fue tras él deliberadamente, dicen que este contacto con la naturaleza es algo único, y que valdría la pena hacer un esfuerzo por vivirlo.
El pasado 8 de abril parte de Norteamérica vio un eclipse solar total. Algunas ciudades, como Mazatlán (México), quedaron sumidas en una penumbra fugaz pero inusual para el curso natural de las horas en que transcurrió.
De acuerdo con los cálculos, ampliamente difundidos en estos últimos días, tan solo en México se requerirá esperar hasta el 30 de marzo de 2052 para volver a ver un eclipse de la misma naturaleza que el que acaba de pasar.
Si esta no fue tu ocasión de apreciar el evento astronómico, pero quieres ver y leer lo que algunos fotógrafos, divulgadores de ciencia y científicos tienen para compartir sobre este, te invitamos a recrear la experiencia a través de sus palabras e imágenes.
La emoción era muy grande. Este eclipse, aparte de ser esperado por tanto tiempo, tenía una gran carga simbólica para mí, ya que mi mamá, en su momento, me llevó de brazos al eclipse total de Sol de 1991 a La Paz, Baja California Sur. Ahora, 33 años después, me tocó a mí tomar la iniciativa y llevarla a ver el eclipse total de Sol de este año. La experiencia estuvo llena de adrenalina y emociones.
Esta vivencia fue trascendental para mí; sigo en shock. Vivir un eclipse total de Sol es un cóctel de sensaciones y emociones, que van desde lo visual y lo sensorial hasta lo emocional. Próxima parada: España en 2026.
¡Fue completamente cardíaco! Las nubes se hicieron presentes desde horas antes del comienzo. Al momento del contacto, cuando la Luna «toca» por primera vez al Sol, la nubosidad no permitió observar este inicio. Todos estábamos con sentimientos encontrados; la tristeza reinaba.
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Afortunadamente, la astronomía nos enseña paciencia. A los pocos minutos comenzó a abrir el cielo, nubes iridiscentes y un pequeño halo se hicieron presentes. 12:16:40, comenzó la totalidad y todos gritamos, lloramos y hasta cantamos “Cielito lindo”. Un momento casi irreal lleno de alegría y emoción que nadie olvidará en toda su vida.
En Mazatlán fuimos la primera ciudad en recibir la umbra. Estábamos un pequeño grupo de personas en la explanada del centro de convenciones, mirando con los telescopios y otros métodos indirectos.
Nos sorprendió ver que el cielo se tornaba oscuro cuando mirábamos en la dirección del mar. Parecía que atardecía muy rápido y nuestras sombras se hacían cada vez más tenues.
Fue un espectáculo majestuoso. Recuerdo que lo primero que pensé fue: con razón los mayas le rendían tanta adoración a los astros. Y es que la imagen en el cielo era tan imponente e impresionante, que es imposible no sentir algo sobrenatural en nuestro interior.
La emoción se apodero de mí y no deje de tomar fotos mientras sonreía. Cuando terminó la totalidad, tapamos cámaras y, al ver las fotos en la computadora, dentro de la camioneta, sentí la verdadera satisfacción de ver cumplido mi objetivo, uno que había anhelado por meses. Esta experiencia, que les comparto con tanta felicidad, tanta planeación, adrenalina y amor, da como resultado estas fotos de las que estoy muy orgulloso.
El eclipse me ha hecho creer en el poder de la transformación. Este evento me recordó que el cambio es inevitable, pues es parte natural de la vida. Cosas así nos instan a abrazar los ciclos de muerte y renacimiento, y a permitirnos crecer y evolucionar con cada experiencia.
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Mi experiencia con el eclipse me ha hecho pensar en la necesidad de soltar. Debo dejar ir lo que ya no me sirve, ya sean heridas emocionales, comportamientos limitantes o relaciones tóxicas. Soltar el pasado para poder abrirme al futuro con renovada esperanza y claridad.
Nunca sonó tan fuerte la frase: ¡aquí y ahora! Cuando no dimensionamos un hecho que puede ser un parteaguas en nuestra vida, actuamos, quizá, de manera consciente a lo que conocemos. Como astrofotógrafa y astrónoma aficionada, este fue mi primer eclipse total de Sol, para el que, ingenuamente, me preparé bastante en técnica y equipo, pero nunca lo hice como ser humano. Experimentarlo fue totalmente una catarsis de sensaciones nuevas.
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