A veces, cometemos el error de ver los fenómenos meteorológicos como algo exclusivo de nuestro planeta. Pero la realidad, además de contraria, resulta humillante al considerar que, por ejemplo, la escala ciclónica terrestre resulta inútil para medir el poder de los huracanes en Júpiter, o el hecho de que en planetas extremos como Urano o Neptuno existan las condiciones necesarias para que lluevan diamantes.
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Marte es a menudo considerado el «hermano menor» de la Tierra. En ciertos aspectos, como su duración de un «día» (24 horas y 38 minutos), esto es acerado. En otros, en cambio, como tener una gravedad menor a la mitad de la terrestre o la delgadez de su atmósfera, la comparación resulta fútil.
Una de estas características meteorológicas es la responsable de las extrañas «manchas negras» visibles en muchas imágenes de este planeta.
Estos patrones de coloración han captado la la atención de los astrónomos desde finales del siglo XIX.
Las teorías alrededor del origen de estas regiones rojizas y oscuras eran muy diversas: desde la posibilidad de que fueran regiones pantanosas hasta teorías que involucraban la actividad volcánica del planeta.
Imágenes satelitales como las de las program Viking y las primeras exploraciones de la superficie con rovers nos trajeron la respuesta. Su nombre correcto es «características de albedo» y, como se aprecia en este comparativo, no son estáticas.
Tras analizar muestras de la superficie marciana, recolectadas por rovers, sabemos que gran parte de la corteza esta cubierta por una capa de sustrato áspero, rico en óxido de hierro.
Esto es lo que le brinda al planeta su distintiva coloración rojiza al ser observado de manera macroscópica. Sin embargo, la corteza en si misma no es roja, sino de la tonalidad oscura observada en el albedo.
Aunque originalmente se pensaba que las «manchas negras» eran una alteración en la superficie, ahora sabemos que se trata del caso opuesto.
La corteza del planeta cuenta con una tonalidad oscura, pero se encuentra cubierta en gran medida por una capa de óxido de hierro que se desplaza cuando ocurren poderosos eventos ciclónicos, cubriendo nuevas secciones y dejando otras al descubierto.
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Sin duda, las poderosas tormentas responsables del movimiento del sustrato serán otro de los desafíos a superar durante una hipotética colonización del «planeta rojo».
Si los módulos habitacionales mantendrán dentro de sí un ambiente respirable, una fuga de la más mínima magnitud podría ser catastrófica para sus residentes. Las posibilidades de que esto ocurra aumentan considerablemente si se trata de una región de intensa actividad ciclónica o de «tormentas de arena»
Ultimadamente, el estudio de las características de albedo debe trascender el alcance de una mera curiosidad visual y ser usado para determinar las zonas de mayor seguridad meteorológica de nuestro posible siguiente hogar.
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