Hace tres décadas, la idea de mundos con océanos más allá de la Tierra sonaba a ciencia ficción. Hoy la evidencia de satélites helados con océanos subterráneos es cada vez más concluyente.
Aunque Saturno es uno de los cinco planetas del Sistema Solar que se ven a ojo desnudo desde la Tierra, el descubrimiento de sus satélites naturales ocurrió hasta 1655, cuando Christiaan Huygens observó por primera vez Titán, la luna más grande del planeta anillado y la segunda en tamaño en todo nuestro vecindario cósmico después de Ganímedes.
Más de un siglo después, William Herschel dio por primera vez con Mimas en su telescopio, un satélite de 397 kilómetros de diámetro con un enorme cráter producto de un impacto meteórico, que fue considerada durante siglos un bloque helado.
No obstante, en 1997 una colaboración internacional entre la NASA, la Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial Italiana lanzó la misión Cassini-Huygens con el objetivo de conocer más sobre Saturno y sus principales satélites.
Desde entonces, un par de sobrevuelos de Cassini en 2005 y 2010 (además de observaciones en infrarrojo realizadas por la sonda) sugirieron que el satélite podría tener en su interior un océano interno líquido.
Hace tres décadas, la idea de que pudieran existir mundos con océanos líquidos más allá del cinturón de asteroides parecía un contrasentido: mientras más lejos del Sol, las temperaturas cada vez menores resultan incompatibles con agua en forma líquida. Sin embargo, el descubrimiento de satélites naturales con océanos subterráneos como Europa y Encelado reveló esta posibilidad como un fenómeno común en el Sistema Solar exterior.
Ahora, un equipo del Southwest Research Institute (SwRI) desarrolló un modelo numérico a partir de los datos de Cassini y calentamiento de mareas para dar forma a la explicación más plausible sobre la supuesta capa de hielo de Mimas y el océano líquido que alberga en su interior:
A partir de la libración de Mimas (el conjunto de oscilaciones detectadas por Cassini que sugirieron por primera vez que no se comportaba como un mundo completamente sólido), el equipo considera que el satélite natural posee una capa de hielo en estado estacionario de hasta 32 kilómetros de espesor, misma que sufre un calentamiento suficientemente grande como para evitar que el océano en su interior se congele, pero suficientemente pequeño para conservar la capa de hielo íntegra.
«Debido a que la superficie de Mimas está llena de cráteres, creíamos que era sólo un bloque de hielo congelado. Los mundos oceánicos de agua interior como Encélado y Europa tienden a tener fracturas y muestran otros signos de actividad geológica. Sin embargo, resulta que Mimas nos estaba engañando y nuestra nueva comprensión ha ampliado la definición de mundo potencialmente habitable en nuestro Sistema Solar y más allá», explica Alyssa Rhoden, especialista en geofísica de satélites helados del SwRI.
El siguiente paso para confirmar los modelos es obtener más información sobre el flujo de calor en su superficie y cómo afecta a su capa helada, un objetivo que podría cumplir la misión Europa Clipper en 2024, cuando sobrevuele como nunca antes Europa, la enigmática luna de Júpiter.
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