La «luz invisible» del Universo está lejos de ser algo salido de la ciencia ficción. De hecho, la estás usando ahora mismo para leer.
Cada vez que realizas una búsqueda en Internet o navegas en redes sociales, estas utilizando comunicaciones inalámbricas. Tu dispositivo móvil intercambia información con la torre de transmisión más cercana a través de ondas electromagnéticas, una «luz invisible» presente en todos los rincones del Universo.
Aunque este término puede sonar complejo y sofisticado, en realidad convivimos con él a través de un sinfín de aspectos de la vida diaria: El control remoto de un televisor utiliza luz infrarroja, calentamos nuestra comida con microondas, los radares necesarios para pilotar un avión utilizan ondas de radio, etc.
De hecho cualquier objeto con una temperatura superior al cero absoluto emite radiación, incluyéndonos. Generalmente, esta se encuentra en el rango infrarrojo, un tipo de luz muy abundante en el universo, pero invisible para nuestros ojos.
Al observar la ilustración, nos damos cuenta de que sólo somos capaces de ver una minúscula y selecta porción de la luz disponible en el cosmos.
Diferentes tipos de luz
Para evitar esta limitación, se han diseñado telescopios que se especializan en capturar un tipo de luz en específico. Estos pueden ir desde enormes antenas, como las del observatorio ALMA que buscan ondas de radio, hasta módulos orbitales como los «Grandes Observatorios» de la NASA.
De esta forma, se puede detectar luz que reside en un espectro invisible para nuestros ojos y reasignar los valores de cada frecuencia a un color visible. Este proceso se conoce como «mapeo» o «asignación de paleta».
¿Colores extravagantes y aspecto falso?
A finales del año pasado, la NASA liberó esta imagen que muestra los anillos de Urano, el segundo planeta más lejano del sistema solar. A tal distancia, la luz solar que llega a una porción tan pequeña del espacio como la que ocupa Urano es muy escasa. Intentar ver este planeta con un telescopio convencional (limitado a su espectro en luz visible) entrega un resultado menos inusual.
Sus anillos resultan demasiado opacos para emitir luz visible, por lo que se debe rescatar la luz infrarroja emitida por su baja emisión de calor. Después, es «mapeada» o reasignada a colores visibles.
Gracias a esta técnica, el espectro infrarrojo se ha convertido en uno de los más útiles para estudiar el espacio exterior, siendo utilizado por sondas muy avanzadas y de gran renombre como el Hubble, el James Webb y el telescopio espacial Euclid.
¿Qué más hay allá afuera?
Debido a la expansión del universo, las ondas emitidas por algunas estrellas, o incluso por algunas galaxias, experimentan un fenómeno conocido como «corrimiento al rojo» o redshift.
La luz más antigua del universo, aquella proveniente de los primeros instantes después del Big Bang, ha sufrido un corrimiento al rojo tan extremo que ahora se encuentra en el rango de las microondas. Así es, hay una fuente virtualmente inagotable de microondas que nos bombardea en todo momento. Estudiando este «fondo de microondas», es posible especular, con respaldo científico, sobre el origen de todo el cosmos.
Así mismo, estudiar ondas de radio en puntos extremadamente precisos del cielo nos permite estimar las condiciones en exoplanetas a decenas o hasta cientos de años luz, incluyendo predecir la presencia de agua.
Incluso, estaciones encargadas de monitorear el espectro de rayos gamma han descubierto explosiones tan catastróficas que se han ganado el título coloquial de «el evento astronómico más aterrador que existe». Los estallidos de rayos gamma.
Ultimadamente, tanto la manera como la medida en la que nuestra especie ha logrado eliminar estas limitaciones resultan loables. Utilizando solamente su ingenio y perseverancia como vehículo la humanidad ha usado su curiosidad insaciable como combustible.
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