Dentro de la inmensa Vía Láctea hay un lugar ocupado por el Sistema Solar. A su vez, en ese punto del Universo, está nuestro planeta, el hogar de la vida. Pensando en las dimensiones del cosmos, y aunque nos falta mucho por explorar en él, siempre será bueno tener presente lo que sabemos acerca del sistema planetario en el que nos hallamos.
El Sistema Solar es un sistema planetario que conforma parte de la Vía Láctea, una galaxia en la cual, hasta ahora, se han encontrado más de 3 mil de estos grupos.
Este recibe su nombre en honor a la estrella que lo preside: el Sol. Además del coloso de luz, en esta región de la galaxia, hay ocho planetas, cinco planetas enanos y, al menos 290 lunas. Cuando hablamos de otros astros las cifras aumentan, dado que aquí existen hasta 1,3 millones de asteroides y unos 3 mil 900 cometas.
Todo lo anterior está unido por la fuerza de atracción gravitatoria del Sol. Pero, al mismo tiempo en que se desarrolla una danza cósmica en torno a la estrella, nuestro Sistema Solar orbita el centro de la galaxia, tardando 230 millones de años en completar una vuelta alrededor del centro galáctico.
De acuerdo con la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés), el origen del Sistema Solar tiene dos factores protagonistas: una densa nube de gas y polvo interestelar y una supernova, la explosión de otra estrella. Dado el escenario, la nube colapsó, posiblemente, debido a la onda expansiva del estallido estelar. De ahí se formó una nebulosa solar, un disco de material giratorio y arremolinado.
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Hacia el centro de la nebulosa solar la gravedad comenzó a atraer material que, sumando toda su presión, generó un núcleo tan grande que los átomos de hidrógeno empezaron a combinarse y formar helio, liberando una enorme cantidad de energía. Este fenómeno fue el que dio origen al Sol, objeto que acumuló más del 99% de toda la materia disponible.
El resto, que se encontraba más lejos, también empezó a agruparse en diferentes zonas. En los puntos donde más se juntó materia, objetos de grandes proporciones tomaron lugar. Algunos de ellos lograron, con su gravedad, atraer tanto material hasta comenzar a adquirir una forma esférica. Ese fue el caso de los planetas, los planetas enanos y los satélites naturales.
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No toda la materia pudo agruparse, como en los casos señalados, para formar ese tipo de colosos celestes. El cinturón de asteroides, por ejemplo, está formado por trozos del Sistema Solar primitivo que nunca pudieron unirse para formar un cuerpo mayor. Luego está la situación de los cometas, asteroides y meteoroides, mismos que figuran como restos del origen del Sistema Solar.
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