En 1859, una colorida tormenta azotó el mundo. Desde cientos de ciudades, se pudieron apreciar luces en el cielo que sorprendieron a algunos y aterrorizaron a otros. ¿La razón? una tormenta solar que atravesó la atmósfera terrestre y se vio reflejado en la bóveda celeste. Así fue el Evento Carrington de 1859, el impresionante impacto geomagnético que el Sol tuvo en nuestro planeta.
¿Te imaginas poder leer un libro en la noche sin la necesidad de luz externa? El resplandor que llegó a la Tierra en agosto de 1859 volvió esto posible. Personas de todas las latitudes pudieron observar como el cielo nocturno se teñía de luz y color. Con gran confusión el astronómico Richard Carrington se encargó de registrar esta tormenta solar, la más larga de la que sabemos hasta ahora.
Las auroras boreales que resplandecen en el cielo nocturno de los polos de la Tierra sorprenden a todos sus espectadores. Por eso, cuando esas auroras huyeron de los polos para manifestarse más al norte y más al sur, la gente quedó estupefacta. Alrededor del mundo, los testimonios fueron recopilados en los periódicos locales. Este es un fragmento del texto sobre el Evento Carrington descrito por el San Francisco Herald:
“Todo el cielo parecía ondular, algo así como un campo de granos en un fuerte vendaval. Las aguas de la bahía reflejaban los brillantes tonos de la aurora. Nada podía superar la grandeza y la belleza de la aurora. El efecto fue casi desconcertante y fue presenciado con sentimientos encontrados de terror y asombro por miles de personas.”
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Cada 11 años, los ciclos solares llegan a su fin. Cuando esto ocurre, la actividad solar se vuelve mucho más intensa, causando tormentas en la superficie de nuestra estrella, protagonizadas por erupciones solares. Estas erupciones suelen desprender radiación electromagnética que por lo general no atraviesa la atmósfera, sin embargo esto depende de la fuerza de dichas eyecciones: las más fuertes logran colarse a través de nuestra atmósfera y causan fenómenos como las auroras boreales.
Aunque en aquel entonces la tecnología apenas daba sus primeros pasos comparada a lo que conocemos hoy, la tormenta tuvo un impacto gigantesco en los aparatos de la época. De acuerdo con lo que escribe Andrea Fischer para National Geographic en Español, las redes de comunicación del siglo XIX colapsaron.
Frente a este antecedente, las consecuencias de un fenómeno electromagnético de un tamaño similar son completamente desconocidas pero los científicos auguran una catástrofe en las comunicaciones y en todos los aparatos electrónicos que hoy en día, son indispensables para nuetsra vida.
“Las llamaradas solares son poderosas explosiones de energía, [que] pueden afectar las comunicaciones por radio, redes de energía eléctrica, las señales de navegación y presentar riesgos para las aves espaciales y los astronautas”, documenta Space Place de la NASA.
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