Con apoyo de un experto en el tema, te contamos qué le pasa al cuerpo humano en el espacio, tanto física como mentalmente.
Los humanos, al igual que todos los seres vivos del planeta, estamos genéticamente adaptados a las condiciones ambientales y físicas que gobiernan la Tierra. Respiramos un aire con una composición química específica, estamos acostumbrados a la gravedad que nos mantiene en la superficie terrestre, a un intervalo de temperaturas y a una humedad determinada. Todo lo anterior hace que los organismos se puedan desarrollar aquí. Entonces, a sabiendas de que fuera de nuestro mundo las condiciones cambian, es natural preguntarse qué le pasa al cuerpo humano en el espacio.
Para contestar la pregunta anterior consultamos al Dr. Alejandro Farah Simón, miembro del Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Programa Espacial Universitario (PEU). Esto fue lo que dijo a National Geographic en Español.
Qué le pasa al cuerpo humano en el espacio
Comenzando la travesía espacial
Primeramente, y llevando un orden de lo implica la experiencia espacial, se debe considerar el despegue. Ir al espacio exterior para permanecer ahí por períodos largos es algo que requiere el uso de un cohete, mismo que nos impulsa hasta llegar a una órbita estable alrededor de la Tierra. De modo que las primeras sensaciones, al terminar la cuenta regresiva e iniciar, son una fuerte vibración mecánica que se distribuye por todos lados y un sonido estrujante que sobrepasa cualquier otro que se haya experimentado antes.
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Durante el ascenso, el cuerpo vive una aceleración de, al menos, tres veces la gravedad, lo que quiere decir que esa fuerza te aplastaría contra el asiento. Ante tal efecto, los órganos alertarán al cerebro. Por esta razón, no se puede ir al espacio sin un traje presurizado.
Aproximadamente ocho minutos después, el efecto contrario tomaría lugar como producto de la ingravidez o microgravedad, es decir, una relajación extendida por todos los músculos que haría que te sintieras desorientado. Aquí ya entra en juego la condición física, pues quien goce de un mejor estado se adaptará con facilidad a las circunstancias.
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Las primeras 24 horas te darían como constante al vértigo, Esto se debe, en parte, a la sucesión rápida de luz y sombra derivada de que cada 90 minutos se vería un atardecer y un amanecer. Esas variaciones afectan los ritmos cardiacos, con toda seguridad.
Después de las primeras 24 horas
“Después de que tu organismo se adapta a estar en el espacio, vienen toda una serie de problemas por ingravidez o microgravedad. El cuerpo empieza a debilitarse en muchos sentidos, la masa ósea y muscular son las primeras en sentir el efecto. Toda esa actividad física, que vivías en la Tierra, desaparecería y tu densidad de estas masas comenzaría a disminuir. De la misma manera, el flujo sanguíneo se redistribuiría, provocando la hinchazón del rostro y brazos. Por otro lado, las piernas serían notoriamente más delgadas, el sentido de orientación se vería afectado y la agilidad disminuida”, explica el Dr. Alejandro Farah Simón.
Conforme el tiempo pase, otros efectos irán tomando lugar. A las pocas semanas, por ejemplo, tu sistema inmunológico se vería afectado, no tan solo por estar aislado de su entorno natural, sino también por los cambios en el sistema cardiovascular. Las implicaciones de esto para la salud son enormes: te vuelves más susceptible a enfermarte por infecciones y la respuesta inmune se hace débil. Dados estos hechos, los astronautas tienen que estar trabajando constantemente sus músculos, para que la pérdida de masa sea menor.
Efectos psicológicos
“Psicológicamente, la experiencia puede ser desgarradora sin un apoyo emocional desde la Tierra. La comunicación con tu equipo de misión, amigos y familia, se vuelven una necesidad imperante para mantener a flote la salud mental”, añade el especialista. «Considero que si pasas mucho tiempo en el espacio éste es una de los retos más difíciles de sortear. Tus emociones y tu mente pueden causar un fracaso rotundo en todas las actividades».
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