La vida está gobernada por ciertas condiciones que la hacen posible tal y como la conocemos. Pensar que algunas de ellas cambiaran podría resultar atemorizante. Pero los científicos, motivados por la misma curiosidad que nos corroe, sí tienen respuestas a los hipotéticos escenarios que se plantean a partir del cambio de estas variables. En este caso, qué pasaría si la Tierra girara en sentido contrario es la pregunta a la que damos turno.
Para contestar la intrigante cuestión que da razón al presente texto, consultamos al Dr. Alejandro Farah Simón, miembro del Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Programa Espacial Universitario (PEU). Esto fue lo que dijo a National Geographic en Español.
Podemos plantear dos escenarios para esta pregunta. El primero es que debido a un objeto que se impactara con la Tierra, a una velocidad de miles de kilómetros por hora, y que tuviera una masa considerable respecto a nuestro planeta, el sentido de rotación podría cambiar y empezar a girar en sentido contrario.
“En el caso anterior, lo que menos me preocuparía es este cambio de rotación. La energía disipada por un evento de esta magnitud sería causante de una extinción masiva prácticamente al instante”, advierte el experto.
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Un segundo escenario es donde la Tierra hubiera girado sobre su eje en sentido contrario desde su formación. En este supuesto, el balance energético y la física inherente a los movimientos de nuestro planeta causarían que, con el pasar del tiempo, el mundo encontrara un equilibrio. Sin duda, la vida podría florecer. En este escenario, propio de la ciencia ficción, tal vez el hemisferio norte de nuestro planeta sería el sur, y viceversa.
Si nuestra imaginación es lo suficientemente curiosa y decidimos pensar en las repercusiones que habría en la Tierra si de repente esta comenzara a girar al revés, nos encontraríamos con cambios drásticos que afectarían la vida. Un desequilibrio atmosférico ocurriría vertiginosamente. El clima, temperaturas y corrientes de en los océanos y cielos se tornarían en fenómenos con un potencial energético enorme y destructivo. Podrían presentarse terremotos y erupciones volcánicas en lugares impensables.
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“Todo estaría bajo una amenaza constante. También nuestra sociedad colapsaría como la conocemos. Necesitaríamos reorganizarnos geopolítica y demográficamente a nivel global”.
Afortunadamente podemos estar tranquilos. Estos escenarios, así como también lo que la imaginación más portentosa pueda crear, son hipotéticos. Por millones de años la Tierra ha rotado en el mismo sentido y los cambios que han sucedido, tanto en su velocidad y posición de su eje, son paulatinos y sumamente sutiles, de manera que nos hemos podido adaptar a ellos con facilidad.
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