Entre los increíbles cielos que trajo consigo el octavo mes del año, pudimos ver la Superluna azul de 2023, un fenómeno que no se repetirá hasta 2037.
La Superluna Azul que ocurrió este agosto de 2023 es un fenómeno bastante raro, pues conjunta dos eventos astronómicos en realidad: una Superluna y una Luna Azul. Mientras que el primero suele ocurrir varias veces al año debido a la cercanía del astro con nuestro planeta, la segunda es mucho más rara y ocurre cada dos o tres años de acuerdo con información de la NASA.
El fenómeno se extendió al lenguaje, la famosa frase en inglés ‘once in a blue moon‘ (cada luna azul) nació de la rareza del evento y se refiere a cosas que pasan rara vez, que son improbables o que quizás nunca ocurran. La próxima Superluna Azul tardará 14 años en aparecer en la bóveda celeste.
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¿Qué tan especial es la Superluna Azul de 2023?
Llamamos ‘Superluna’ al punto en el que nuestro satélite natural está más cerca de la Tierra (perigeo) y además se muestra por completo en el cielo nocturno. Las Superlunas son 7 por ciento más grandes que una luna llena promedio y hasta 14 por ciento más grandes que aquellas lunas que aparecen en su punto más distante a nuestro planeta.
Lunas negras, azules y rosas
En algunos casos, los nombres de los fenómenos astronómicos y sobre todo de las lunas, se toman licencias poéticas para describir los eventos. Cuando hay una segunda luna nueva en un mes, se le llama ‘luna negra’, a la luna llena de abril se le conoce como ‘luna rosa’ y la segunda luna llena de un mes se nombró ‘luna azul’.
En este caso, el término tiene un origen en el Maine Farmers’ Almanac, de donde también provienen nombres como ‘Luna de Esturión’ o ‘Luna de Ciervo’. La definición original se refería a la cuarta luna de una estación en particular, pues quienes usaban dicho almanaque se regían más por estaciones que por el calendario occidental de meses.
Cuando la luna se ve de colores
Sin embargo, no es imposible que la luna se vea azul en el cielo nocturno. Cuando el volcán Krakatoa de Indonesia explotó en 1883, el polvo que emergió de la erupción le dio todo el mundo verdes atardeceres y una Luna visiblemente azul durante alrededor de dos años.
Por otro lado, nuestro satélite natural también puede adquirir otras tonalidades. Un ejemplo son las lunas color bermellón que lucen sangrientas en la bóveda celeste. Sus tintes tienen origen en el espesor de la atmósfera de la Tierra, pues esta absorbe la luz azul verde y amarilla del Sol, dejando pasar únicamente las tonalidades rojas.
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