Todo tiene un fin, y el Sol también morirá. Esto es lo que sabemos sobre el ineludible desenlace de nuestra estrella y de otros planetas.
La vida de las estrellas es algo que ni siquiera podemos imaginar, pues estos astros de luz duran mucho más que casi cualquier otra cosa del cosmos. Por eso sabemos que algún día el Sol, nuestra estrella, morirá. Ante esta promesa del Universo, surgen varias preguntas.
En un estudio reciente, publicado en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, un grupo de investigadores estudió el destino de los asteroides, lunas y planetas que pasan cerca de las enanas blancas, el estado final de las estrellas cuando han quemado todo su combustible o, dicho de otra forma, el irremediable destino del Sol.
De acuerdo con el Dr. Amornrat Aungwerojwit, de la Universidad de Naresuan (Tailandia), que dirigió el estudio, investigaciones anteriores habían demostrado que los cuerpos cercanos a enanas blancas son “degarrados” por la enorme gravedad que ejerce la estrella moribunda.
Un final inminente
En esta ocasión, los autores del trabajo investigaron los cambios de brillo de las estrellas durante 17 años, arrojando luz sobre cómo se desintegran estos cuerpos. Esencialmente pusieron atención en tres enanas blancas diferentes.
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“Aunque creemos que vamos por buen camino en nuestros estudios, el destino de estos sistemas es mucho más complejo de lo que jamás hubiéramos imaginado”, dijo, en un comunicado, Boris Gaensicke, del Departamento de Física de la Universidad de Warwick (Reino Unido).
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Podemos decir, de acuerdo a lo que se sabe hasta ahora, que el Sol, con sus 4 mil 500 millones de años, está a poco menos de la mitad de la vida que se estima podría alcanzar. El día que muera pasará primero por la fase de enana blanca, pero, para ese entonces, lo más probable es que la estrella se haya expandido, engullendo a los planetas más cercanos, como el nuestro. ¿Qué pasará con los demás?
“Para el resto del sistema solar, algunos de los asteroides situados entre Marte y Júpiter, y tal vez algunas de las lunas de Júpiter podrían desprenderse y viajar lo suficientemente cerca de la eventual enana blanca como para sufrir el proceso de trituración que hemos investigado”, señaló Boris Gaensicke.
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