Durante la colonización de América, los españoles introdujeron el aceite de oliva a los nuevos territorios, posteriormente llevaron su cultivo y las técnicas de producción.
El aceite de oliva tiene una historia milenaria que se remonta a la antigua Grecia y Roma, donde era apreciado por su sabor y propiedades. Hace unos tres mil años, los fenicios introdujeron este preciado líquido en la región ibérica. Siglos más tarde, durante la época de los galeones españoles, se transportó en vasijas hacia el Nuevo Mundo.
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El aceite de oliva y el mestizaje
Durante la colonización de América, los españoles no sólo llevaron consigo el aceite, también introdujeron las plantas de olivo y técnicas de producción. En América, su cultivo se extendió rápidamente por regiones como América del Sur. Hoy, el aceite de oliva continúa siendo un ingrediente fundamental en la gastronomía.
“Se trataba de los primeros plantones de olivo que iban a marchar al Nuevo Mundo, concretamente a la isla de la Española”, dijo a El País el doctor Vicente Ruiz García, autor del libro El mar, el aceite de oliva y la primera globalización. “El aceite de oliva se convirtió en el ingrediente que mejor representó el mestizaje culinario entre los llamados Nuevo y Viejo Mundo y en un referente de lo que llamamos primera globalización”.
El español Francisco de Aguirre de Meneses, primer alcalde de Santiago de Chile, viajó a Indias en 1536 y acompañó a Pedro de Valdivia en la expedición que conquistó esa región (1540), donde ordenó la plantación de olivos en Perú, Chile y el norte de Argentina. De este legado se conserva el olivo de Arauco, declarado monumento natural. “El olivo histórico cuatricentenario situado en el departamento de Arauco, en la provincia de La Rioja (Argentina) es, junto a toda la olivicultura de la zona, el símbolo de la identidad del pueblo”, destaca el gobierno de Mendoza.
El galeón de Manila, una serie de naves que cruzaban el océano, fue una pieza clave en la conquista española y el comercio de aceite de oliva. Establecido en 1565, conectaba América y Asia, transportando mercancías, especias y tesoros entre Manila y Acapulco. Este comercio consolidó el dominio español en la región, facilitando el intercambio cultural y forjando una red comercial global sin precedentes.
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El comercio desde México a Filipinas
El autor destaca que en 1600, los holandeses atacaron y hundieron el navío español San Diego en aguas del archipiélago de Filipinas. Cuatrocientos años después, en los restos del naufragio se rescataron tinajas, de entre cuatro y 15 litros, donde se transportaba aceite de oliva.
Este comercio impregnó su sello en la gastronomía de otros continentes y países como el filipino, donde destacan platillos con este ingrediente: caldereta, longganisa o longaniza filipina, el adobo de pollo y cerdo. “La globalización de los sabores permitió que en algún momento ingredientes como el aceite de oliva abandonaran las bodegas de los barcos para arraigar en suelo filipino en platos de clara herencia hispana que hoy forman parte de la cocina del archipiélago”.
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