Un lejano día de 3200 a. C., labriegos y pastores decidieron edificar algo enorme en las islas Orcadas de Escocia…
Extracto de la edición de agosto de la revista National Geographic en español.
Fotografías de Jim Richardson
Disponían de la tecnología de la Edad de Piedra, pero su visión se proyectaba milenios hacia el futuro. Hace 5,000 años, los habitantes primitivos de las Orcadas, archipiélago verde y fértil en el extremo norte de la actual Escocia, erigieron un complejo de edificios monumentales nunca visto hasta entonces.
Con impecable destreza, excavaron miles de toneladas de arenisca de grano fino, la cual recortaron, envolvieron y transportaron varios kilómetros hasta una zona pantanosa a lo largo de un istmo entre dos lochs. Allí construyeron murallas imponentes que 30 siglos más tarde habían impresionado a los centuriones romanos que levantaron el Muro de Adriano en otro rincón de Gran Bretaña.
Dotadas de suelo fértil y clima templado, las Orcadas eran tierra de abundancia para los granjeros del Neolítico.
Enclaustrados tras los murallones, había docenas de edificios y, entre ellos, una de las estructuras techadas más grandes de la Europa septentrional prehistórica, con más de 25 metros de longitud, 19 de ancho y paredes de cuatro metros de espesor. El complejo incluía calles pavimentadas, cantería labrada, fachadas coloreadas e incluso techos de laja.
Avancemos cinco milenios, hasta una tarde templada de verano en un promontorio escénico conocido como el Ness of Brodgar, donde un equipo ecléctico de arqueólogos, profesores universitarios y voluntarios desentierra una colección de grandiosos edificios sepultados largo tiempo bajo tierras de cultivo.
El arqueólogo Nick Card, director de la excavación por parte del Instituto de Arqueología de la University of The Highlands and Islands, dice que el descubrimiento reciente de las impresionantes ruinas ha puesto de cabeza la arqueología británica.
Su escala es comparable a la de magníficos sitios clásicos del Mediterráneo, como la Acrópolis de Grecia, solo que estas estructuras son 2,500 años más antiguas. Igual que la Acrópolis, fueron creadas para dominar el paisaje; para impresionar, sobrecoger, inspirar y hasta intimidar a cuantos las vieran. El pueblo que construyó esto tenía grandes ideas; quería demostrar algo».
Nadie sabe qué querían demostrar ni a quién, como tampoco se conoce la finalidad del complejo. A menudo descrito como templo, es posible que cumpliera varias funciones durante sus 1,000 años de uso, pues, obviamente, muchas personas se reunieron allí para comerciar y celebrar ritos estacionales o banquetes.
El descubrimiento es aún más intrigante debido a que las ruinas yacen en el centro de una de las regiones de Gran Bretaña donde hay mayor densidad de monumentos antiguos. La zona ha sido explotada durante 150 años, primero por victorianos anticuarios y, después, por arqueólogos; sin embargo, ninguno tuvo la menor idea de lo que yacía bajo sus pies.
Desde «el Ness» es posible ver las estructuras icónicas de la Edad de Piedra que componen el núcleo de un Sitio Patrimonio Mundial llamado Corazón Neolítico de las Orcadas. Como a un kilómetro de distancia, en un otero cubierto de brezos, se levanta un gigantesco círculo de rocas denominado Anillo de Brodgar, en tanto que el segundo círculo ceremonial -las célebres Piedras de Stenness- son visibles al otro lado de la autopista que conduce al Ness. A 1.5 kilómetros del lugar se alza un montículo espectral de más de 4,500 años de antigüedad, conocido como Maes Howe, enorme tumba con recintos cuyo pasadizo de entrada está alineado para que, en la víspera del solsticio de invierno, los rayos del sol iluminen su cámara interior.
Maes Howe también está alineado con el eje central y la entrada del templo recién desenterrado en el Ness. Se sospecha que el nuevo hallazgo pudiera ser la clave de un rompecabezas, del cual, hasta ahora, nadie siquiera había sospechado.
Hace apenas 30 años, el anillo de Brodgar, las piedras de Stenness y la tumba de Maes Howe se consideraban monumentos aislados con historias independientes. «El Ness revela que el paisaje estaba mucho más integrado de lo que se creía -explica Card-. Todos esos monumentos estaban indisolublemente vinculados en un grandioso diseño y quienes construyeron todo eso formaban una sociedad más compleja y capaz de lo que habíamos supuesto.
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