En 2021, sumergida en un cenote cercano a la ciudad sagrada de Chichén Itzá, se localizó una canoa de madera. Se estima que el artefacto cuenta con 500 años de antigüedad y, de acuerdo con las investigaciones arqueológicas, su uso se relacionaba con el culto maya a la muerte.
El cenote San Andrés es explorado por arqueólogos subacuáticos pertenecientes al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) del gobierno de México. Desde octubre de 2021, se han realizado distintas inmersiones que han dado como resultado el hallazgo de esta canoa, entre otras piezas.
Los arqueólogos Helena Barba Meinecke y Jesús Gallegos Flores, de la Oficina Península de Yucatán de la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH, y Alexandra Biar, del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia, expusieron los avances de la investigación en junio de 2023. La canoa permanece bajo el agua para favorecer su conservación, pero el equipo ha tomado medidas, levantado muestras y desarrollado modelos 3D. Gracias a este trabajo sabemos que ésta mide más de dos metros de largo.
Alrededor de la embarcación se localizaron 38 fragmentos de huesos de animales. Hasta ahora se han identificado 7 individuos, entre los que se cuentan armadillos, águilas, guajolotes y perros. Sólo un fragmento óseo corresponde a un cuerpo humano: se trata de un hueso de pie perteneciente a una mujer adulta.
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De acuerdo con los investigadores, la presencia de restos de armadillo encuentra explicación en el pensamiento de los antiguos mayas: este animal se relaciona con el mundo de la muerte. El armadillo tiene la capacidad de atravesar cuerpos de agua sujetándose del fondo y conteniendo la respiración. Esta cualidad le permite ingresar al inframundo al que, según la tradición maya, se puede acceder por medio de los cenotes. Adicionalmente, en la iconografía de esta cultura se pueden encontrar escenas donde personajes sagrados se sientan sobre un armadillo.
El cuerpo de la canoa es monóxilo; es decir, se conforma de una sola pieza tallada en madera. Las investigaciones sugieren que la proa y la popa eran demasiado pesadas para que la balsa surcara aguas marítimas, por lo que se infiere que su uso práctico debió ser limitado. Es posible que la finalidad de esta canoa fuera ritual, idea que encuentra apoyo en la evidencia arqueológica. Tanto la presencia del artefacto dentro del cenote como la colocación de huesos humanos y animales alrededor de éste parece indicar que se depositó antes de que la cueva se inundara, formando parte de un ritual asociado con la muerte y el inframundo.
Este artículo es de la autoría de Rodrigo Ortega Acoltzi, quien investiga y escribe sobre arte e historia. Puedes leer más de su trabajo aquí.
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