En la polémica Carta de Dios de Albert Einstein, el físico fusiona sus pensamientos sobre la religión, su identidad judía y su propia búsqueda del sentido de la vida. Este científico la escribió en el año de 1954.
La carta manuscrita está dirigida a Eric Gutkind, un filósofo alemán autor de un libro llamado «Choose Life: The Biblical Call to Revolt» (Elige la vida: el llamado bíblico a la revuelta).
Este texto presentaba a la Biblia como un grito de guerra, y al judaísmo y a Israel como incorruptibles. Los historiadores narran que a Einstein no le gustó mucho. Por lo que, le escribió una carta para externar su opinión.
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«Para mí, la palabra «Dios» no es más que la expresión y el producto de la debilidad humana. La Biblia es una colección de leyendas venerables, pero bastante primitivas.
Creo que ninguna interpretación, sin importar cuán sutil sea, puede cambiar esta situación«.
Esta carta salió a la luz en el año de 2008, y más tarde fue puesta en venta a través de la subasta Christie’s, en Nueva York, que estableció un precio previo aproximado de uno a 1.5 millones de dólares.
Este científico escribió decenas de cartas en las que mencionó a Dios y al judaísmo.
«Nadie debería leer una carta de Einstein y pensar que resuelve lo que piensa sobre Dios«, dijo en una entrevista Walter Isaacson, autor de «Einstein», una biografía publicada en 2007. Sus ideas y pensamientos fueron evolucionando.
«Einstein a menudo usa la palabra ‘dios’, como en la frase ‘Dios no juega a los dados con el universo’«, dijo en una entrevista Rebecca Newberger Goldstein, que enseña filosofía.
«Muchos físicos lo hacen. Eso confunde a las personas y provoca que piensen que son teístas, que creen en Dios. Es una manera metafórica de hablar de la verdad absoluta. Einstein la usó metafórica y lúdicamente«.
Einstein había sido religioso cuando era niño, pero «abandonó la religión y comenzó a creer en la ciencia«.
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Cada vez que le preguntaban si creía en Dios, respondía cautelosamente: «Creo en el dios de Spinoza«, refiriéndose a Baruch Spinoza, un pensador neerlandés del siglo XVII.
«Si dices ‘Creo en el dios de Spinoza’, eso ya está diciendo que tus creencias son distintas de las que tienen otros creyentes. Crees que las leyes de la naturaleza son íntegras y contienen todas las respuestas«, agregó Rebecca Newberger.
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Princeton, 3 de enero de 1954.
Querido Sr. Gutkind,
Inspirado por la repetida sugerencia de (Luitzen Egbertus Jan) Brouwer, leí mucho sobre tu libro, y muchas gracias por enviármelo. Lo que más me impresionó fue esto: con respecto a la factual actitud hacia la vida y la comunidad humana tenemos mucho en común.
Tu ideal personal con su anhelo de libertad libre de los deseos orientados al ego, para hacer la vida hermosa y noble, con un énfasis en el elemento puramente humano. (Esto nos une en tener una «actitud antiestadounidense»).
Aún así, sin la sugerencia de Brouwer, nunca me hubiera sido posible engancharme intensamente con su libro, pues está escrito en un lenguaje inaccesible para mí.
La palabra Dios es para mí nada más que la expresión y producto de la debilidad humana, la Biblia, una colección de honorables, pero aún primitivas, leyendas que de cualquier manera son bastante primitivas.
No hay interpretación, sin importar cuán sutil, que pueda cambiar esto para mí.
Para mí la religión judía, como todas las demás religiones, es una encarnación de la superstición primitiva.
Y la gente judía, a la que orgullosamente pertenezco, y a los cuales tengo una profunda afinidad con lo que pienso, no tiene ninguna cualidad diferente para mí que todas las demás personas.
En lo que refiere a mi experiencia, tampoco son mejores que cualquier otro grupo humano, no obstante que están protegidos del peor de los cánceres por una falta de poder. De otra manera, no veo nada «elegido» en ellos.
En general encuentro doloroso que tú digas tener una posición privilegiada e intentas defenderla con dos muros de orgullo, uno externo como hombre y uno interno como judío.
Como hombre tú declaras, por así decirlo, una dispensación de la causalidad que de otra manera sería aceptada, como judío el privilegio del monoteísmo.
Pero una limitada causalidad deja de ser cualquier tipo de causalidad, tal y como originalmente nuestro maravilloso Spinoza reconoció con toda claridad. Y las interpretaciones animistas de las religiones de la naturaleza en principio no son anuladas por la monopolización. Con todos estos muros solamente podemos atraer autoengaño, pero nuestros esfuerzos morales no se amplían con ellos. Sino al contrario.
Ahora, que abiertamente he hablado sobre nuestras diferencias en cuanto a convicciones intelectuales, es claro para mí que somos bastante cercanos en otras cosas esenciales, por ejemplo; en nuestras evaluaciones del comportamiento humano. Lo único que nos separa es el relleno intelectual o la «racionalización» en el lenguaje de Freud. Por eso creo que nos entenderíamos bien si habláramos sobre cosas concretas.
Con cariñosos agradecimientos y buenos deseos,
Tuyo,
A. Einstein.
Einstein tenía entonces 75 años cuando escribió esta carta y moriría en Estados Unidos un año después.
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Vía: The New York Times
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