Este artículo sobre las competencias para aves en Cuba se publicó originalmente en National Geographic. Puedes leer la versión original en inglés aquí.
Los hombres empiezan a llegar con sus campeones cantores un domingo temprano por la mañana. Se encuentran reunidos en un sitio remoto de La Habana. Es septiembre, la temporada migratoria de las aves en Cuba, y la reciente afluencia de especies canoras codiciadas ha disparado una oleada de trampeo y venta ilegales. Azulillos pintados, azulejos índigo y picogruesos pechirrosa, un alboroto colectivo de color y canto, tienen una gran demanda. Los domingos son famosos por las competencias de canto para aves.
Días atrás, alguien posteó el lugar de la celebración en uno de los varios grupos de Facebook de aves canoras en Cuba a los que me uní en julio del año pasado. Debido a las restricciones por el coronavirus, no pude viajar a la isla, pero un contacto local aceptó asistir a la reunión clandestina por mí con la condición de mantener el anonimato.
Una ley cubana de 2011 sobre diversidad biológica prohíbe capturar aves canoras a menos que el objetivo sea la investigación científica. Las competencias para aves con apuestas sobre qué ave canta por más tiempo o de manera más melodiosa también son ilegales. Aun así, la gente comparte sin reparo imágenes de los concursos y, en algunas publicaciones de Facebook en las que se ofrecen aves canoras a la venta, se indica de manera explícita aquellas que se obtuvieron por “captura” (extraídas de la naturaleza).
Los confinamientos pandémicos han impulsado aún más el comercio ilegal en línea, dice Xóchitl Ayón Güemes, ornitóloga y conservadora de aves del Museo Nacional de Historia Natural de Cuba, en La Habana.
Para muchos cubanos, mantener aves enjauladas es una tradición, “así, a pesar de ser una infracción, ha sido socialmente aceptado”, explica Maikel Cañizares, ornitólogo del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.
La afición se remonta a los conquistadores españoles y se ha vuelto cada vez más común, comenta el biólogo Giraldo Alayón García, antiguo presidente de la Sociedad Cubana de Zoología y actual titular de la Fundación Ariguanabo. La organización sin fines de lucro promueve la naturaleza, la ciencia y la cultura. Muchos cubanos quieren tener un ave colorida en sus casas para disfrutar de su canto y belleza, y transmiten esta tradición de generación en generación, dice.
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Para algunos cubanos, las aves canoras también son un negocio. La reciente escasez alimentaria y la presión económica por las políticas estadounidenses han incrementado la desesperación por dinero, y el trampeo ilegal de especies silvestres es más barato y sencillo que criarlas en casa.
“La cantidad de dinero que se puede hacer [del tráfico de aves canoras] es muy limitada”, asegura Lillian Guerra, profesora de Historia de Cuba y el Caribe en la Universidad de Florida.
En Facebook algunas aves se anuncian por no más de 20 dólares. Las apuestas en las competencias varían mucho, con hasta miles de dólares. Sin embargo, el trampeo de aves canoras silvestres tiene un costo. “Hoy día», declara Alayón, de 75 años, «[en algunos lugares es] casi imposible [encontrar un tomeguín del pinar, aunque] eran muy comunes cuando yo era niño”.
Alayón recuerda que su padre solía tener tomeguínes del pinar, pero al final él lo persuadió para que los dejara en libertad. “No cabe duda», se lamenta Alayón, «de que [el tomeguín del pinar] ahora está en peligro a causa de las actividades de captura”.
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Los azulillos pintados también están amenazados. Las aves migran entre el sureste de Estados Unidos y el Caribe, y sus números se han desplomado en décadas recientes como resultado de la pérdida de hábitat y el comercio ilegal en Cuba y otros lugares, de acuerdo con los censos que realiza de manera periódica North American Birds.
“Existe muy poca información sobre cuántas aves se capturan”, indica Clarck Rushing, experto en azulillos pintados y profesor de la Universidad de Georgia.
En 2004, tres tramperos capturaron cerca de 700 azulillos pintados en una provincia cubana durante un fin de semana. Esos números por lo general son anecdóticos, pero resulta difícil saber si son casos aislados.
Para rastrear la migración de estas aves, hace cinco años Rushing y su equipo utilizaron redes con el objetivo atraparlas en sus territorios de reproducción en Florida y otros estados. Luego, les colocaron bandas de identificación en los tobillos, las equiparon con mochilas pequeñitas con geolocalizadores y las liberaron.
Los investigadores descubrieron que los azulillos que migran a territorios de Cuba para pasar el invierno tienen 20 % menos probabilidades de regresar que aquellos que hacen viajes más cortos. El vuelo largo sobre aguas abiertas puede explicar algunas pérdidas, explica Rushing, pero el trampeo también puede ser un factor.
La fotógrafa Karine Aigner cuenta que, cuando estuvo en Cuba, los tramperos aceptaron venderle un geolocalizador que le habían retirado a un azulillo recién capturado. “Pudimos confirmar que fue un ave originalmente marcada en Carolina del Sur”, informa Rushing. Los tramperos le dijeron a Aigner que ese no era el único azulillo pintado que habían capturado con marca.
Los adolescentes hacen buena parte del trampeo ilegal, sostiene Eduardo Íñigo-Elias, un investigador retirado del Laboratorio Ornitológico de Cornell. “Se desafían unos a otros para saber quién puede atrapar más aves y hacer algún dinero”, describe.
Cuando la gente entrena especies canoras para las competencias de aves, pueden someterlas a situaciones estresantes. Los tramperos más jóvenes son “los más crueles”, dice Ayón Güemes. Algunos les dan esteroides para estimular sus actuaciones y suelen cauterizar los ojos de los competidores con una cuchara caliente con la esperanza de que las aves territoriales, incapaces de ver a su oponente, sigan cantando.
La presión pública incrementa en Cuba para detener el tráfico de aves. En agosto de 2020, el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez tuiteó en español e inglés: “Debemos enfrentar las ilegalidades que atentan contra la flora y la fauna. NO al contrabando de aves silvestres”.
El trampeo de aves canoras se extiende en Estados Unidos, sobre todo en los alrededores de Miami, un baluarte cubano-estadounidense. Miles de aves canoras en Florida –incluidas algunas como el azulillo pintado que migran de Cuba– son capturadas cada año en bosques y patios traseros. Según las autoridades de Florida, muchos tramperos son de ascendencia cubana.
Las aves también se trafican desde Cuba. En enero de 2016, agentes aduanales del Aeropuerto Internacional de Miami atraparon a Hovary Muñiz, un residente de Miami que llegó desde la isla con nueve especies canoras escondidas en una cangurera y en tubos plásticos en su ropa interior. Tras continuar con la venta de aves migratorias protegidas al estar en libertad condicional, fue sentenciado a 15 meses de prisión.
Las personas quieren estar cerca de la naturaleza, comenta Alayón, y el trampeo de aves canoras está arraigado en la cultura cubana. “Lo más difícil del mundo en Cuba es cambiar el parecer de la gente”, explica.
En la competencia de aves canoras del domingo, en La Habana, mi contacto reportó que una patrulla de la policía apareció antes del mediodía. Pero nadie fue arrestado: los entrenadores habían desaparecido, alguien les había avisado que la policía estaba en camino.
Este artículo se publicó originalmente en la edición impresa de National Geographic en Español, abril 2022. Es de la autoría de Dina Fine Maron, reportera de la revista para Wildlife Watch.
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