Cada vez más evidencia muestra que los mayas poseían sistemas agrícolas avanzados y consumían plantas resistentes a la falta de lluvias.
Las causas específicas del colapso de la antigua civilización maya siguen siendo un misterio.
Aunque durante décadas se han barajado distintas teorías, como el crecimiento desmedido de la población, un sistema agrícola que provocó la erosión del suelo o una ola de sequías que imposibilitó los medios de vida, todas coinciden en que la explotación de recursos llevó a una situación insostenible, caracterizada por el abandono de grandes centros urbanos acompañado de una dramática caída demográfica.
Esta narrativa suele presentarse como una advertencia del frágil equilibrio ecológico y la facilidad con la que puede trastocarse, como una lección de los siglos VIII y IX trasladada al presente; sin embargo, un nuevo estudio liderado por Andrew Scherer, profesor de Antropología en la Universidad de Brown, sugiere que esta versión podría resultar incompleta.
A través de drones y tecnología LiDAR, el equipo examinó un área entre la frontera de México y Guatemala que comprende los antiguos asentamientos de Piedras Negras, La Mar y Sak Tz’i’, ciudades que si bien se encuentran cercanas entre sí (24 kilómetros de distancia en promedio), ostentaron un gobierno y tamaños de población completamente distintos, explica Scherer.
A diferencia de otros pueblos mesoamericanos, la organización política del área maya no se centralizaba en un imperio como en el caso de los mexicas, sino que variaba de ciudad a ciudad:
Mientras la mayoría de territorios eran comunidades independientes con sus propios gobernantes que mantenían relaciones comerciales con otras urbes consideradas como iguales, en otras regiones existía una autoridad política que controlaba un territorio más amplio, asignando a caciques que gobernaban el resto de pueblos bajo su poder.
Originalmente, la investigación tenía como objetivo analizar ciudades y estructuras mayas que tras siglos de abandono, se perdieron en medio de la densa vegetación del sureste de México y Centroamérica. No obstante, el equipo se interesó en analizar a fondo la evidencia sobre las prácticas agrícolas mayas.
El equipo encontró sistemas de gestión y transporte del agua de riego a través de canales que maximizaban la producción en las tres áreas investigadas: “A pesar de sus diferencias, estos tres reinos se jactaban de una gran similitud: la agricultura que producía un excedente de alimentos”.
La evidencia demuestra que si bien los mayas de la zona practicaban la agricultura intensiva y modificaron grandes terrenos para aumentar el volumen de la producción de sus cultivos (especialmente maíz), cada año generaban un excedente de alimentos después de cubrir con lo necesario para su propia subsistencia:
“Entre el año 350 y el 900 a.C., algunos reinos mayas vivieron cómodamente, con sistemas de agricultura sustentable y sin evidencia de inseguridad alimentaria», explica la Universidad en un comunicado.
“En las conversaciones actuales sobre el clima o las crisis ecológicas, a menudo se menciona el colapso de los mayas como una historia con moraleja. Pero tal vez poseían un pensamiento más avanzado de lo que creemos. Nuestro estudio muestra un buen argumento de que sus prácticas agrícolas eran muy sostenibles”, concluye Scherer.
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