El primer servicio de coches de alquiler del que se tiene noticia se remonta a 1654, cuando en Londres se fundó un gremio de maestros cocheros, llamado “The Fellowship of Master Hackney Coachman”, encargado de regular el transporte público de la ciudad.
Estos cocheros conducían carruajes que se alquilaban por recorridos y que había que ir a buscar al centro de la ciudad.
París fue otra de las ciudades pioneras en poner en marcha este servicio porque poseía una avanzada industria del carruaje. Blaise Pascal en 1661 creó, con su socio el duque de Roannez, una empresa dedicada al transporte público. A estos vehículos se les conocía como las “carrozas de cinco sueldos”, “carosses à cinq sols” en francés. En 1662 cubrió cinco rutas en el centro de París.
A mediados del siglo XVIII París tenía unos 200 carruajes de alquiler, en 1815 eran casi 1,400, y en 1865 superaban los 6,000.
Este éxito estaba directamente relacionado por las necesidades particulares de las nuevas élites burguesas. En el siglo XIX, para esta clase social, los carruajes no eran únicamente un medio de transporte, sino también un símbolo de estatus.
Por muy cerca que se viviera de de la ópera o del teatro, la etiqueta imponía llegar en una coche jalado por caballos para mostrar riqueza y poder.
En cada ciudad europea, los coches de alquiler fueron objeto de una regulación estricta, similar a la de los actuales taxis.
En Madrid, por ejemplo, se hizo obligatorio el registro de los dueños y empleados dedicados al negocio de coches de alquiler, así como el control de los mismos. Éstos debían llevar pintado el número de licencia en la testera y en los faroles, y los cocheros estaban obligados a informar de los precios del servicio en un cartel colocado en el interior del carruaje.
En el siglo XIX las tarifas, de los coches de alquiler, dependían mucho del tipo de carruaje, ya que los había de uno o dos caballos con capacidad para dos o más personas; y también dependía de la hora del día y de la distancia y el tiempo del viaje.
En general, los precios eran elevados y en la prensa aparecían numerosas quejas al respecto.
Junto a los carruajes individuales, en el siglo XIX existieron también sistemas de transporte colectivo. En 1825, el francés Stanislas Baudry creó en Nantes, en el oeste de Francia, el primer servicio de estas características, al que llamó ómnibus, «para todos» en latín. Eran coches amplios, para ocho o diez personas.
El primer taxímetro fue patentado por el alemán Wilhelm Bruhn en 1891, pero tardó en generalizarse a causa de la resistencia de los cocheros. Cuando se aprobó en París en 1904 obtuvo un rotundo éxito.
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Vía: National Geographic España