El culto al cuerpo y al placer fue un motivo constante en los murales eróticos de Pompeya, revela una nueva exposición en el sitio arqueológico.
Pompeya tuvo una época de gran auge antes de la cuartos exclusivamente para esclavos, al servicio de la élite patricia.
Mucho del estilo de vida que se tenía en Pompeya quedó grabado en las paredes de las mansiones romanas. Escenas de fiesta, murales eróticos y banquetes colmados de alcohol vistieron las villas de la élite en el poder. En el siglo XIX, cuando se encontró por primera vez el sitio, los exploradores no supieron qué hacer: las imágenes de los romanos teniendo relaciones sexuales a plena vista les causó, a lo menos, incomodidad.
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Sin la vergüenza victoriana
En aquel entonces, los primeros investigadores de Pompeya no entendían que para los romanos el cuerpo no estaba censurado. Por el contrario, la vida de excesos y libertinaje era bien recibida en los bacanales romanos, que se extendieron por toda la República en su momento de mayor esplendor. Para ellos, el placer era motivo de fiesta; no de culpa.
Sin embargo, la imagen saltó inmediatamente para los exploradores europeos del siglo XIX:
«En un momento en que el sexo se consideraba vergonzoso o incluso obsceno, los funcionarios consideraron que las imágenes eran demasiado explícitas para el público en general», documenta Smithsonian Magazine. «En lugar de colocar los artefactos a la vista, el personal del Museo Archeologico Nazionale di Napoli los escondió en una habitación secreta cerrada a todos menos a los eruditos».
Esto sucedió en 1849. No fue hasta el año 2000, más de un siglo más tarde, que los secretos de este cuarto oculto salieron a la luz. Muchas de las piezas que se escondieron en este espacio representan a Zeus, dios del rayo, en sus múltiples aventuras sexuales con las mortales. Sin embargo, los murales eróticos de Pompeya no sólo se centran en el panteón divino que adoraban los romanos.
Por el contrario, como no tenían la vergüenza victoriana que castigaba el placer, en los murales de varias casas en Pompeya se mostraba libremente a seres humanos comunes teniendo sexo. En diferentes posiciones, con expresiones distintas, parece ser que las personas tenían claro que venían a este mundo a gozar.
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El placer integrado a la vida cotidiana
Los murales eróticos no fueron los únicos que vistieron las villas romanas en Pompeya. Por el contrario, según explica el portal oficial del sitio arqueológico, estas escenas formaban parte de representaciones más amplias, como un elemento más de la cotidianidad en la ciudad. El ejemplo más claro está en una habitación conyugal que se encontró ahí mismo, conocida como la Casa de Leda y el Cisne:
«Toda la sala se caracteriza por refinadas decoraciones […], con delicados adornos florales, intercalados con grifos con cornucopias, cupidos voladores, bodegones y escenas de peleas de animales».
El hallazgo se dio en 2018. En aquel entonces, fue descrito como «un espectacular fresco erótico en muy buen estado de conservación del mito griego de la seducción, encarnado en Leda y el cisne». Los murales están tan bien conservados, que pareciera que no han pasado más de 2000 años sobre de ellos —ni una erupción volcánica violenta.
#Pompei. Leda e il Cigno: l’affresco riemerge da un ambiente di via del Vesuvio, nel corso degli interventi di riprofilamento dei fronti di #scavo della #RegioV. Foto di @Cesab1967. Info: https://t.co/YiULTYid9V pic.twitter.com/LAWH5g3The
— Pompeii Sites (@pompeii_sites) November 19, 2018
A pesar de que estas imágenes no son las únicas que decoraron los cuartos romanos, la celebración de la sexualidad es un tema recurrente e innegable en el arte de Pompeya.
“El erotismo estaba en todas partes”, explica a London Times Gabriel Zuchtriegel, actual director del parque, “gracias a la influencia de los griegos, cuyo arte presentaba mucha desnudez”.
Hoy, el mismo ánimo de culto al cuerpo y al placer se manifiesta en la exposición que conduce el Parque Arqueológico de Pompeya, abierta al público, sin censura.
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