Máscaras. Disfraces. Y mucha comida. Así celebran los italianos el Carnaval, la festividad típica para atestarse de carne y otros platillos que la Cuaresma no permite. En la tradición cristiana, este periodo es un espacio de reflexión y ayuno, en el que los fieles se preparan para la Semana Santa.
Como profesora de italiano para extranjeros en el Instituto Italiano de Cultura de la Ciudad de México, Claudia Melone sabe cómo se vive el Carnaval en Italia. Oriunda de Campania, una región que se distingue por su antigua tradición culinaria, año con año esperaba la llegada del Carnaval para reunirse con su familia. Como napolitana, sabe que no todo es Venecia cuando llega el Carnaval a Italia. En una entrevista exclusiva para National Geographic en Español nos explica porqué.
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Claudia nació en Caserta, una ciudad pequeña a 30 kilómetros al sur de Nápoles. Después de egresar como licenciada en Literatura y Lenguas de la Università degli Studi di Napoli L’Orientale, pasó una temporada como profesora en Chile. Tras ganarse una beca de trabajo, se vino a vivir a México. Ahora, «entre una pizza napolitana y un taco al pastor, no sé qué elegir«, confiesa Melone.
A pesar de su indecisión, Claudia guarda recuerdos vívidos sobre su infancia en Nápoles. Y especialmente del Carnaval, cuando su abuela y madre le cocían disfraces para ir a la escuela el martes previo al Miércoles de Ceniza. Para ella, para entender esta festividad, primero hay que entender de dónde viene la palabra. «Etimológicamente, viene de ‘carnevale’, en italiano», explica la especialista, «que deriva del latín carnem levare: eliminar la carne.»
Aunque Melone reconoce que no existe evidencia de ello, el Carnaval en Italia se remonta a la Antigua Roma. Conocidas como Saturnales, eran las festividades de regocijo y excesos que los romanos organizaban para ganarse el favor de Saturno, el dios del Tiempo. Cada año, para celebrar el solsticio de diciembre, las principales ciudades romanas dedicaban días —y a veces semanas— a comer, beber y festejar el fin de un ciclo anual.
«El fin de estas celebraciones era olvidarse de las obligaciones y divertirse con bailes, cantos y disfraces,» explica Melone. «Pero como sabemos, con el paso de la historia, las fiestas paganas se han convertido en cristianas.»
Y eso fue lo que pasó: en la actualidad, el Carnaval en Italia se celebra alrededor de las últimas semanas de febrero, el martes anterior al Miércoles de Ceniza. Ese día se destina a comer todos los alimentos y platillos que no se podrán disfrutar durante la Cuaresma, el periodo de 40 días que precede a la Pascua.
Principalmente, aquellos que tienen carne.
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Los cristianos no comen carne en Cuaresma como una penitencia simbólica. Como Jesucristo murió crucificado, los fieles se abstienen de comer res y puerco en señal de respeto al sacrificio de su mesías. Como tal, el Carnaval en Italia no tiene una fecha fija: por el contrario, se rige con los ciclos lunares que la Iglesia Católica impone para sus fiestas religiosas.
Sin embargo, a lo largo de todo el país se le conoce como «Martedì Grasso»: el martes gordo, por los banquetes y festines que los italianos organizan. Desde 1296, explica Melone, se tiene registro de que el Carnaval se celebra en Venecia como una fiesta pública.
A lo largo de dos semanas, la gente se dedica a acudir a eventos gratuitos y a divertirse:
«La característica dominante del Carnaval es la máscara, que hace que todos sean iguales», enfatiza la especialista. «Así, se anula cualquier pertenencia visible de clase social, sexo y religión.»
Por esta razón, a esta tradición también se le conocía como «Día de Locos». Melone explica que la festividad ha sido bastante controvertida a lo largo de la historia: «la Iglesia Católica no quería admitirla», detalla, porque en ese día, «el pobre podría hacerle de rico; y el rico, de pobre«. Aún así, llegó hasta nuestros días.
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Si bien es cierto que el Carnaval de Venecia, al norte de Italia, es el más famoso alrededor del mundo, no es el único. Otra de las celebraciones más reconocidas se lleva a cabo en Ivrea, en la región de Piamote. En las plazas principales de la ciudad, explica Melone, se lleva a cabo la clásica ‘Batalla de las Naranjas’:
«A pie o en carretas, […] las personas se lanzan naranjas evocando a la lucha de clases entre los plebeyos y la nobleza,» detalla la especialista.
Hacia el centro de Italia, en la Toscana, con motivo del Carnaval se construyen carros alegóricos de hasta 15 metros de largo, que atraen miles de turistas al año. En esta región, las festividades duran casi un mes, para el cual, los artesanos del poblado de Viareggio se dedican durante todo el año para arreglar los carros.
Año con año, además, «el Carnaval es sinónimo de comida«, dice Melone. Postres típicos como las chiacchiere (que se traducen, literalmente, como pláticas) se despliegan en las mesas de las familias italianas. En la actualidad, la relación religiosa con el Carnaval se ha difuminado: en lugar de guardar las buenas prácticas cristianas, las generaciones más jóvenes lo disfrutan como un ‘Halloween italiano’, apunta Melone.
Los disfraces, los cantos y la celebración, sin embargo, se han conservado casi intactos desde la época romana. Las infancias van disfrazadas a la escuela y hacen travesuras en las calles. Finalmente, como se dice popularmente en los días de Carnaval, «A Carnevale ogni scherzo vale»: durante el Carnaval en Italia, toda broma es válida.
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