El segundo fin de semana de septiembre trajo consigo la última luna llena del verano. Durante siglos, el pueblo de los algonquinos —ubicados en la época precolombina en el noroeste de Estados Unidos, y al sur de Canadá— la identificaban como Luna de Maíz, o Luna de Cosecha, porque coincidía con el momento ideal para recolectar los frutos de la tierra. Entre ellos, mazorcas, frijoles y calabazas.
Desde entonces, el nombre se ha mantenido por su peso cultural e histórico entre las tribus originarias de esta región. También se le conoce como Luna de Fruta, o Luna de Cebada, por la misma razón: el final de la época estival indicaba que algunas frutas estaban a punto de madurar. Por lo cual, era el mejor momento para cosecharlas. Lo mismo para el grano de la cebada.
A pesar de que no será una superluna, la Luna de Maíz 2022 se apreció desde la madrugada del 10 de septiembre. Alcanzó su punto más alto a las 5:59 a.m. Su fulgor se apreció con intensidad hasta el 12 de septiembre. Afortunadamente, las condiciones meteorológicas no obstaculizaron su observación desde la Ciudad de México.
A diferencia de las tres lunas llenas anteriores, este fenómeno astronómico no fue tan vistoso. Principalmente, debido a la órbita elíptica que sigue la Luna respecto a la Tierra. En septiembre, la Luna se ubicó en el apogeo: el punto más lejano a nuestro planeta. Por ello, no se vio tan grande ni brillante como ocurre durante las superlunas.
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«Más que una precisión científica, los nombres de cada luna llena varían en función de las culturas antiguas«, explica el periodista de ciencia Alejandro I. López en . Por el desarrollo cosmológico y místico que cada civilización logra a lo largo del tiempo, sus prácticas milenarias se reflejan en su entendimiento del Universo y sus fenómenos.
El plenilunio, por tanto, ha sido motivo de amplia observación científica desde hace miles de años. De hecho, dio a pie a los primeros calendarios astronómicos de los que se tiene registro. A su vez, sirvió como pauta para el desarrollo de la agricultura y las fiestas religiosas.
En cada región del mundo, la Luna de Maíz ha recibido nombres diferentes según las tradiciones religiosas que se construyeron en cada región. Muchas veces, se le ligó a la bonanza en las cosechas: el último periodo fértil antes del invierno, en el que la comida escasearía.
Actualmente, los nombres ‘oficiales’ de todas las lunas del año se compilaron en el Maine Farmer’s Almanac (Almanaque del Granjero de Maine). Esta publicación de Estados Unidos empezó a nutrirse en el siglo XIX, a eso de la segunda década, y tenía una única intención: agrupar los nombres que los pobladores originarios del país le habían dado a los fenómenos astronómicos. Hoy, sigue siendo la referencia más ampliamente aceptada para apelar a estos fenómenos astronómicos.
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