Cumbia: la reina, su majestad, la madre de todas. Este ritmo se ha convertido en uno de los géneros más escuchados en las Américas y es un símbolo que desde siempre ha definido a la identidad latinoamericana. La cumbia es un ritmo y un baile nacido de una diversidad cultural: africana, indígena y europea, y su historia es la de nuestro propio mestizaje. Desde su nacimiento en la costa colombiana en la época de la colonia, ha viajado junto al migrante latinoamericano del campo a la ciudad, a otros países y continentes, infiltrándose, adaptándose y “blanqueándose” para ser aceptada por los grupos de poder.
Nacida del deseo de libertad de cuerpos sometidos, la cumbia siempre ha vivido en los sectores populares de una Latinoamérica sistemáticamente racista y clasista, incluso consigo misma. Su ritmo cadencioso es subversivo ante realidades represivas en la que los cuerpos son reprimidos y las culturas originarias resisten a ser borradas del discurso oficial.
La cumbia resuena en el pueblo y desde el pueblo, va de la mano con procesos excluyentes, olas migratorias y con gente que es invisible para las clases dominantes. La cumbia, mediante la música y el baile se ha adaptado a diversas realidades de la región con su sencillez binaria.
Todas las cumbias son manifestaciones culturales vivas, unas con mayor importancia de identidad, otras con mayor importancia comercial. Luego de su nacimiento campesino, la cumbia se sigue reinventando en diferentes lugares, por diferentes músicos y en diferentes contextos. Por eso se puede decir que hay muchas cumbias, aunque muchas veces se siente como una sola.
El antropólogo ecuatoriano Juan Mullo dice que cualquier ejercicio de recuperación de memoria, por más pequeño que sea y que no esté en el discurso oficial, es esencial para entender de dónde venimos. Con este proyecto que les presentamos a continuación, hemos tenido la suerte de conocer y escuchar a juglares de la cumbia, leyendas vivas que están ya en su ocaso. La gente ha compartido no sólo su música sino también sus historias de lucha. Aprendimos cómo, a través del tiempo, el miedo se utiliza como herramienta de control por parte de los narcoestados, y cómo la música y el movimiento son un poder que nos libera el cuerpo.
Toi Derricotte, una poeta afro-americana, escribió: “La alegría es un acto de resistencia.” Eso es la cumbia, un acto de resistencia.
Todo baile fue visto como rebelde en tiempos de la colonia. La costa caribeña de Colombia vio nacer a la cumbia, en el sistema fluvial de la depresión momposina y en los Montes de Maria. Durante la colonización de América en el siglo XVI, llegaron miles de cuerpos esclavizados desde el continente Africano al puerto de Cartagena. Forzados a dejar su tierra, trajeron su música, sus tambores religiosos y su espiritualidad. Estos tambores también se usaron para mandar mensajes secretos durante los procesos de cimarronaje.
La región de ciénagas, también era la tierra de muchas culturas indígenas hoy conocidas como anfibias por su cercanía al agua. Se dice que estas culturas usaban flautas hechas de huesos en ritos ceremoniales. En los Montes de María, en donde habitaban otros grupos indígenas, se han encontrado pequeñas estatuillas de figuras humanas con instrumentos semejantes a una gaita también conocida como chuana. La vestimenta usada en el baile tradicional, la trova, el baile en pareja, y el idioma de las canciones, son ejemplos de la influencia europea. Los instrumentos musicales de esta región se componen de la tierra, simulando a los pájaros que vuelan a orillas de los ríos, al caer de la lluvia, o al latir de un corazón.
Emilia Reyes Salgado alias “la Burgos la Meya” es una de las mejores cantadoras de bullerengue de San Basilio de Palenque, el primer pueblo libre de América. A media hora de ella, en Arjona, vive Petrona Martinez, ganadora del Latin Grammy a Mejor album folclórico con Ancestras y en Maria la Baja está Pabla Flores que viene de un linaje de cantadoras y tiene una escuela en honor a su madre, pues fue quien le enseñó a cantar. Las raíces africanas de la cumbia no sólo son sus instrumentos de percusión: tambor alegre, llamador y tambora, sino las voces de lxs ancestrxs que se expresan en los bailes cantados de la región. Las mujeres negras y afrodescendientes en Colombia están en el corazón de estos cantos y transmiten este legado de generación en generación.
San Jacinto, asentado en los Montes de Maria, es el epicentro de la música de gaita y de los ahora famosos Gaiteros de San Jacinto y de la cumbia de Andrés Landero, uno de los acordeonistas más queridos de latinoamérica. También fue en su momento territorio de las FARC (Frente Armado Revolucionario de Colombia). Se dice que la guerrilla abría paso a los músicos si enseñaban sus instrumentos. En medio de una guerra civil que duró más de medio siglo, la gaita, una flauta prehispánica hecha del corazón de un cactus y la pluma de un pato, se convirtió en su momento en un símbolo de paz. Estos son los aires indígenas que le soplan vida a la cumbia.
Jose Benito Barros oriundo de El Banco, Magdalena, escribió La Piragua y El Pescador, cumbias icónicas colombianas. A comienzos de su carrera, Barros no interpretaba los ritmos tradicionales de su región. Esta música de pescadores, músicos empíricos que aún recitan décimas a las orillas del río Magdalena, no era un ritmo aceptado por las clases media y alta de ese tiempo.
Pero al ver que estos ritmos populares pegaban, cambió de rumbo su carrera musical. En 1970 realizó el primer festival de cumbia en El Banco, siendo juez y parte del mismo. Sus hijas, junto a las elites banqueñas, continúan realizando el festival cada año. Mientras el puerto principal se adorna para impresionar a las autoridades invitadas al festival, a pocas cuadras del lugar, los barrios más olvidados siguen siendo extorsionados por parte de pequeños grupos armados.
Este texto es de la autoría de Karla Gachet Vega y sus fotografías son por Karla Gachet Vega e Iván Kashinsky.
Karla Gachet Vega es exploradora de National Geographic y una narradora visual ecuatoriana con mas de dos décadas de experiencia documentando la diaspora latinoamericana a lo largo del continente, con un enfoque en cultura, territorio, derechos indígenas y problemas ambientales. Puede encontrar su trabajo en IG: @kchete77 www.karlagachet.com
Ivan Kashinsky es fotoperiodista que ha trabajado extensamente en Latinoamerica y está basado en Los Angeles, CA. Su ultimo libro «Project Mi Barrio» (2022) es una historia intima sobre el cambio en su barrio y en su vida personal cuando vivía en Ecuador. Puede encontrar su trabajo en IG: @ivankphoto, www.ivankphoto.com
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