Vista aérea del arrecife de coral que rodea Bora Bora, isla Polinesia en el Pacífico Sur / National Geographic Image Collection, Jodi Cobb
En casi todas las culturas, el mar ha representado un enigma. Para algunas civilizaciones, sus aguas saladas se extienden hasta el infinito; para otras, el océano se curvea hacia arriba, dando origen a la bóveda celeste. Al océano se han asociado innumerables deidades, personificaciones de su vastedad y su poder creador. A cada una se le han atribuido características distintas, que nos indican los intereses y preocupaciones de cada cultura. Aquí hay algunas de las deidades menos conocidas y sus particularidades.
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Para la cultura maorí, establecida en Nueva Zelanda desde hace siete siglos, de la unión de la Tierra y el Cielo nació Tangaloa, quien es el mar. Los dos nietos de Tangaloa fueron Ikatere, quien se transformó en el primer pez, y Tutewehiwehi, quien fue el primer reptil. De acuerdo con la mitología maorí, la enemistad del dios del mar con el dios de la guerra explica el origen de la pesca, conflicto bélico entre la humanidad y los seres marinos.
De acuerdo con un antiguo mito nahua, recuperado en el centro de México en el siglo XVI, Huixtocíhuatl era hermana de los Señores de la Lluvia. Por haber cometido una ofensa contra sus hermanos, éstos la desterraron a la Tierra, donde su llanto incontrolable dio origen al torrente salino del mar. A ella se encomendaban, en tiempos prehispánicos, las personas dedicadas a la extracción de sal.
Aunque nació siendo mortal, Lin Mo tuvo los dones de la adivinación y la sabiduría desde corta edad. De acuerdo con la tradición taoista, la joven, quien se convirtió en una reconocida sacerdotisa, protegía mágicamente a pescadores y marineros que acudían a ella en busca de consejo. Tras su muerte, Lin Mo fue deificada, transformándose en Ma-tsu, una poderosa deidad del mar y el cielo.
En la mitología griega, las cualidades positivas del Mar Mediterráneo encarnan en las Nereidas. Estas deidades se representan como bellas jóvenes que montan animales marinos para socorrer a los navegantes, que durante sus travesías se enfrentaban a los peligros del mar.
Este artículo es de la autoría de Rodrigo Ortega Acoltzi, quien investiga y escribe sobre arte e historia. Puedes leer más de su trabajo aquí.
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