En 1976, dos años después del descubrimiento de Lucy (el primer espécimen de la especie Australopithecus aferensis y el más famoso del género), un equipo dirigido por la antropóloga británica Mary Leakey encontró cinco huellas de una especie desconocida en el yacimiento de Laetoli, al norte de Tanzania.
En aquél entonces, Leakey y su equipo definieron que se trataba de un extraño desplazamiento “tambaleante” sin identificar a la especie que las produjo.
Dos años más tarde, el yacimiento Laetoli acaparó la atención del mundo y se hizo famoso por el descubrimiento de decenas de huellas de homínidos preservadas en ceniza volcánica húmeda datadas hace unos 3.66 millones de años. Estos hallazgos coincidieron con Australopithecus afarensis y desde entonces, se convirtieron en la evidencia más antigua de desplazamiento totalmente bípedo en ancestros humanos.
Sin embargo, el enigma de las primeras cinco huellas encontradas en 1976 no fue revelado. Eclipsadas por los hallazgos de las pisadas que correspondían a A. afarensis, las huellas de Laetoli se convirtieron en un objeto menor de investigación científica, al grado que un análisis en la década de los 80 sugirió que se trataba de las huellas de un oso que anduvo erguido, desplazando el interés hacia otros descubrimientos.
45 años después del descubrimiento de Leakey, un nuevo análisis comparativo en las cinco huellas desconocidas sugiere que fueron hechas por un humano primitivo bípedo aún sin identificar.
En junio de 2019, un equipo de la Universidad de Ohio y la Universidad de Denver volvió a Laetoli con el objetivo de obtener más información sobre las huellas a partir de los métodos actuales. Tras excavar y escanear los registros fósiles, el equipo realizó estudios de anatomía comparada para averiguar posibles similitudes entre pisadas de chimpancés, osos y humanos contemporáneos.
No obstante, la forma de la planta del pie (más ancho que A. afarensis) y sus proporciones condujeron a refutar rápidamente la hipótesis de que las huellas fueron realizadas por algún animal conocido. El equipo trabajó con expertos en osos del Kilham Bear Center para calcular la probabilidad de que las huellas pertenecieran a un individuo joven; sin embargo, tras 51 horas de análisis de video y experimentos para intentar replicar esta conducta, los científicos concluyeron que la posibilidad de que un oso realice una caminata como tal en dos patas es ínfima (de un 0.003 %).
Una de las huellas más desconcertantes es del pie izquierdo pasando exactamente frente al derecho. El movimiento que produjo este rastro conlleva colocar un pie frente al otro en línea recta, un desplazamiento que no encaja con la biomecánica humana:
“Aunque los humanos no suelen dar pasos cruzados, este movimiento puede producirse al intentar restablecer el equilibrio. Las huellas pueden haber sido resultado de un homínido caminando a través de una superficie desnivelada», explica Ellison McNutt, profesora adjunta en la Universidad de Ohio y autora principal del estudio.
De confirmarse, el hallazgo implicaría un cambio más en la intrincada historia de la evolución humana y demostraría que hace 3.6 millones de años, las planicies del norte de África eran compartidas por el Australopithecus afarensis y un homínido hasta ahora desconocido.
«Tenemos pruebas concluyentes de que hubo diferentes especies de homínidos que caminaban de forma bípeda en este lugar, pero de diferentes formas», explica Jeremy DeSilva, profesor de Antropología y autor del estudio. «Teníamos estas pruebas desde la década de los 70. Sólo hacía falta redescubrirlas y analizar más a detalle para llegar hasta aquí”.
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