En 2007, el premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez dio un discurso en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española. El evento, llevado a cabo en su natal Colombia, conmemoraba sus 80 años de vida y los 40 de la aparición de su novela Cien Años de Soledad. Para esta ocasión, también se imprimieron un millón de ejemplares del libro. Durante la intervención, García Márquez recordó cómo fue la creación de Cien Años de Soledad, historia que, en sus palabras, “podría ser motivo de otro libro mejor”.
Nacido en Aracataca, Colombia, en 1927, Gabriel García Márquez publicó su primer cuento a los 20 años de edad. En 1955, apareció La hojarasca, su primera novela. El joven escritor profesaba un profundo amor a la ficción; sin embargo, nunca se desligó del periodismo, oficio que ejerció durante toda su vida.
A inicios de la década de 1960 se trasladó a México con su esposa Mercedes Barcha y sus hijos Gonzalo y Rodrigo. En este país trabajó en distintas revistas y agencias de publicidad, además de colaborar en guiones de cine como El gallo de oro, adaptación del relato de Juan Rulfo. La vida de la familia García Barcha dio un giro inesperado cuando el autor tomó una decisión crucial: dejarlo todo y escribir una nueva novela.
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La idea de Cien años de soledad se había fraguado en la mente de García Márquez durante décadas: una novela que seguiría la vida de una familia a lo largo de un siglo. Con esta premisa, el escritor puso manos a la obra. Dejó su trabajo y se entregó por completo al libro durante 18 meses. Para sobrevivir, la familia vendió o empeñó todo lo que no fuera indispensable. Mientras las deudas crecían, Mercedes consiguió que nunca faltara lo básico e incluso convenció al casero de esperar a que la novela se publicara para pagar la renta.
Cuando el mecanoscrito estuvo listo, García Márquez pidió a colegas y amigos que lo revisaran. La opinión fue unánime: era su mejor obra. Había ofrecido Cien años de soledad a la Editorial Sudamericana, ubicada en Argentina. Su precaria situación económica le impidió mandar el libro completo a la editorial, pues el grueso volumen rebasaba el límite de peso que él y Mercedes podían pagar. Así, enviaron la mitad de la novela a Argentina, con la esperanza de que el editor deseara conocer el contenido de la segunda parte.
“Los lectores de Cien años de soledad son hoy una comunidad que si viviera en un mismo pedazo de tierra sería uno de los 20 países más poblados del mundo”, declaró conmovido el escritor en 2007. Éste y otros libros de su autoría han llegado a incontables hogares de todo el mundo, traducidos a varias decenas de idiomas.
Este artículo es de la autoría de Rodrigo Ortega Acoltzi, quien investiga y escribe sobre arte e historia. Puedes leer más de su trabajo aquí.
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