Cuando el otoño atraviesa los primeros días de octubre, en Pomuch se empieza a sentir el frío de los finados, así llaman en esta comunidad a los difuntos. En la cosmogonía maya, el aire fresco que interrumpe el calor habitual de la península durante los últimos meses del año, simboliza que los seres queridos que ya murieron están en camino para reencontrarse con los suyos.
Antes de recibir a los pixanes (espíritus) el Día de Muertos, en Pomuch las familias cumplen la tradición de visitar los panteones para llevarles flores, prender velas y limpiar uno a uno los huesos de los fallecidos.
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Pomuch es una villa en el estado de Campeche, que en los últimos años se ha convertido en uno de los destinos más atractivos para vivir el Día de Muertos en México. Esto se debe a la práctica arraigada de extraer y limpiar los restos de los fallecidos antes de esta festividad. Sin embargo, mucho antes de que el turismo tomara a esta población como símbolo, y de que su tradición fuera nombrada Patrimonio Cultural Inmaterial, los pomuchenses ya la habían preservado por más de cien años.
Los preparativos para la limpieza de los “Santos óseos”, como llaman a esta práctica, comienzan con la elaboración de una caja de madera para depositar los huesos y el bordado de los manteles que los envolverán. Las visitas a los panteones se realizan antes de finalizar octubre, y se convierte en un momento íntimo entre las familias.
“En las visitas llevan la caja, llevan el mantel y una brocha, que es con la que van a limpiar los huesos. Llevan agua, flores y veladoras. Hay algunos que cantan para sus familiares al momento en el que están limpiando sus huesos, ponen música o contratan a rezadoras”, narra Diana Marisol Yum, una de las habitantes de Pomuch.
La limpieza de los huesos, que inicia con tibias y costillas y termina con el cráneo o los restos de la cabeza, incluyendo los cabellos, también se convierte en una charla entre vivos y muertos. “Ellos conversan como si visitaran a un familiar. Saludan: ‘Hola, papi, hola, mami, ya llegué, vine a limpiarte, vine a cambiar tu ropa, te voy a arreglar’”.
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Cuando un habitante de Pomuch muere, su cuerpo descansa en una bóveda durante tres años. Después, sus restos son exhumados, se limpian por primera vez y son colocados en un osario. Diana Marisol recuerda que en comunidades cercanas, las familias también desenterraban a seres queridos para preservarlos de esta forma, pero la práctica ha ido desapareciendo con el paso de los años.
En esta villa, situada a una hora de la capital de Campeche, la celebración del Día de Muertos comienza un día antes, a diferencia del centro del país, donde se conmemora el 1 y 2 de noviembre. El 31 de octubre, los pixanes de los niños llegan al mediodía, mientras que los adultos visitan el mundo de los vivos el 1 de noviembre.
En los días previos, los habitantes se preparan para recibir la visita más especial del año: pintan de blanco sus albarradas (bardas de piedra), limpian los patios y arreglan sus casas. “No barremos el 31 ni el 1 de noviembre, porque espantamos a los visitantes. Ese día es de descanso en casa”, comenta Diana Marisol. Durante el Día de Muertos en Pomuch no hay música, las tareas domésticas se suspenden y cubren los espejos para evitar que los difuntos se asusten al ver su reflejo.
“Nosotros lo que queremos es tenerlos, no asustarlos”.
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El Altar de Muertos también se prepara una noche antes. Algunos suelen instalar solo una mesa con un mantel bordado, y en otros casos, las ofrendas alcanzan los tres pisos. Sin importar el tamaño, en estos no faltan flores de traspatios de múltiples colores como las dalias, flor de tajonal, xpujuc (una especie de cempasúchil silvestre) y amor seco. También se colocan frutas de temporada, refrescos y aguardiente de caña.
Al mediodía, los pomuchenses sirve el pibipollo en los altares, un tamal grueso circular o cuadrado, que tiene origen maya. Este se envuelve en hojas de plátano y se cuece enterrado en un hoyo en la tierra. El platillo se coloca muy caliente, para que los muertos puedan absorber toda su esencia a través del humo.
En los últimos años, Pomuch ha engrandecido su tradición de Día de Muertos con un festival. La celebración integra muestra gastronómica, el desfile de las ánimas, un altar monumental y rezos para dar la bienvenida a quienes se adelantaron.
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