Así fue el viaje de una periodista a través de las calles laberínticas de Dubái, mientras mira con una mirada occidental las costumbres árabes.
En 2021, en Francia se gestó la protesta #NoToquenMiHiyab a raíz de una serie de prohibiciones para evitar que las mujeres portaran el velo que cubre la cabeza de las practicantes del islam en los viajes escolares con sus hijos, así como el uso de burkinis (trajes de baño de cuerpo completo) en piscinas públicas o que las menores de edad vistieran cualquier tipo de prenda que les tapara el rostro.
Para algunos estudiosos del islam en Occidente, esta iniciativa tuvo origen en la Argelia francesa, cuando las revolucionarias instaron a las mujeres a quitarse el hiyab en señal de emancipación.
Existe una imagen de Oriente Medio y el islam –reforzada por los medios de comunicación– que los muestra como prohibicionistas, alienadores y unidimensionales. Así, estos discursos inducen la necesidad de rescatar a las mujeres. Sin embargo, en nombre de la laicidad y la liberación se cometen actos de supremacía, racismo y discriminación.
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Una excepción en el mundo árabe
Durante un viaje a Oriente Medio conocí Dubái, una excepción en el mundo árabe por sus medidas relajadas en los códigos de vestimenta y en la libertad de credo de sus residentes. En este emirato, 67 % son musulmanes y, en menor medida, existen poblaciones hinduistas y cristianas. Incluso se pueden consumir bebidas alcohólicas (a un costo elevado) o en la privacidad de tu casa.
También, las mujeres salen a la calle sin necesidad de estar acompañadas, estudian licenciaturas y ejercen una profesión, como Nora Al Matrooshi, la primera árabe originaria de Sarja en ser astronauta, o la dubaití Nayla Al Khaja, la primera escritora, directora y productora de cine de EAU en ser reconocida en el Festival de Cannes, en 2018.
Pese a la libertad de acción que tienen las mujeres en este territorio, algunas recomendaciones que me hicieron como viajera solitaria fueron “ten cuidado”, “avisa cuando llegues”, “no andes sola de noche”, advertencias comunes cuando se trata de alguien que viene de un contexto latinoamericano. Más vale extremar precauciones.
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Vivir en libertad
No obstante, al caminar por Dubái, sin importar la hora, me sentí segura en todo momento. Lo mismo sucedió en el transporte público, ya fuera en el vagón exclusivo para mujeres o en el mixto, o mientras caminaba por las angostas calles laberínticas del Viejo Dubái. Deseé experimentar esa sensación de libertad en mi país; me cuestioné las preconcepciones que había cultivado durante años: una cosa es sentirse y autoproclamarse libre, y otra, muy distinta, que el Estado sea el que la garantice la seguridad en las calles, salarios dignos, medios de transporte efectivos, servicios de salud de calidad y el reforzamiento constante del respeto a la mujer.
Necesitamos de las dos: tanto de la libertad de pensamiento como acciones en nuestros gobiernos para que vivamos sin miedo.
En este especial, con el trabajo único de la periodista e investigadora Karina Álvarez, la pluma exquisita de Gabriela Rentería, el detalle de Karen Alfaro y la mirada sensible de Hannah Cohen, nos adentramos en una las texturas más profundas de una nación joven fincada en una tradición ancestral que ofrece arquitectura deslumbrante, una gastronomía deliciosa y acogedora, desiertos y atardeceres alucinantes, así como un vistazo a su colindante Catar con motivo de la Copa Mundial de Futbol.
Este artículo es de la autoría de Luz Adriana Pérez-Morales, colaboradora de National Geographic en Español. Se publicó en 2022 en un especial de Emiratos Árabes Unidos.
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