Un grupo de arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH) encontraron numerosos fragmentos de cerámica, materiales líticos, lapidarios y restos orgánicos en el estanque de Nahualac.
Este lugar tiene la peculiaridad de estar a 3,870 metros sobre el nivel del mar.
Algunos mitos mesoamericanos sobre la creación del mundo señalan que Cipactli, el monstruo de la tierra, flotaba sobre las aguas primigenias y a partir de su cuerpo se creó el cielo y la tierra. En este sentido, Nahualac, ubicado en las faldas del volcán Iztaccíhuatl, podría emular dicha concepción, ya que la existencia de un tetzacualco (adoratorio) en medio de un estanque natural y el efecto óptico que se produce en el espejo de agua, del que pareciera que la estructura emana, hace sugerir que el lugar es la representación de un tiempo y espacio primigenio.
Algunos expertos aseguran que es un modelo miniatura del universo.
Lo anterior fue referido por la arqueóloga Iris del Rocío Hernández Bautista, de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del INAH, responsable de la investigación arqueológica de alta montaña en ese lugar, ubicado en el municipio de Amecameca, Estado de México.
Este lugar pudo representar el microcosmos en la época prehispánica.
Se cree que la intención de que el agua rodeara elementos arquitectónicos era parte importante del pensamiento mesoamericano.
Actualmente, los materiales líticos y lapidarios recuperados se están análizando con la colaboración del doctor Emiliano Melgar, del Museo del Templo Mayor. Las piezas corresponden principalmente a navajillas prismáticas de obsidiana, fragmentos de artefactos de pizarra y algunos objetos de esquisto gris y rosa, en los cuales se examinan las huellas de uso y procedencia de materias primas.
Sobre los restos orgánicos, indicó que serán estudiados por la doctora Aurora Montúfar, del Laboratorio de Paleobotánica de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del INAH. Se trata de sedimentos en asociación con carbón y fragmentos de un material esquistoso pulido color rosa, recuperados del interior de varios cajetes trípodes dispuestos como ofrenda. Su estudio podrá dar pistas sobre cuál era el contenido de los recipientes al momento de ser enterrados en la zona de ofrendas.
La arqueóloga de la SAS-INAH expresó que se puede inferir que Nahualac es la representación de un espacio ritual donde el culto a Tláloc es evidente, aunque no exclusivo, ya que también guarda relación con las entidades femeninas del agua y la tierra.
El entorno natural que rodea el estanque también guarda un estrecho vínculo con los significados rituales del espejo y el quincunce mesoamericano, es decir, la representación de los cuatro rumbos del universo, cuyo centro manifiesta el punto de encuentro entre los planos cósmicos.
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