Ibrahim Altuntas consiguió a los 23 años el empleo que hace un llamado sagrado, y para el que no basta tener buena voz.
Cinco veces al día, la llamada al rezo suena por los miles de minaretes de Estambul. "¡Allahu akbar!", ¡Dios es grande! Entre 2,000 y 3,000 muecines instan a la oración a los millones de ciudadanos de la metrópolis turca, tapando con su grito casi cualquier otro sonido.
En el minarete de la mezquita Azul, la más famosa del país, Ibrahim Altuntas canta con los ojos cerrados ante un micrófono. Sus pobladas cejas negras siguen el ritmo de su canto, que suena reforzado a través de los altavoces. Aunque este pequeño hombre de 39 años no los necesita para llenar con su voz el minarete.
Cuando baja de la torre circular, un agente de seguridad lo toma del brazo y lo conduce hacia un podio en el interior de la mezquita. Altuntas es ciego de nacimiento, pero esa discapacidad nunca fue un impedimento para su trabajo y su dotado oído le sirvió de ventaja en su formación autodidacta. Ya de niño escuchaba el Corán para memorizarlo y reproducir sus pasajes tal y como lo hacían sus maestros. Después, aprendió junto al famoso Ismail Bicer.
Desde hace tres años, Altuntas trabaja como muecín en la mezquita Azul. Desde el estrado en el interior del templo, vuelve a indicar con una segunda llamada el comienzo de la oración. Además, entre sus funciones está la de apoyar al imán con su canto y, tras el rezo, entonar las alabanzas. Durante el mes de ayuno del Ramadán, también tiene que recitar pasajes del Corán. Y los viernes hay una llamada especial a la oración que también canta cuando muere un miembro de la comunidad de la mezquita.
Su primer trabajo como muecín lo consiguió cuando apenas tenía 23 años, en la ciudad de Bursa. Allí siguió formándose en el conservatorio, hasta que por fin logró convertirse en uno de los cinco muecines de la mezquita Azul. "Es una gran responsabilidad, porque es una mezquita muy importante", recalca.
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Los muecines de este templo de Estambul están considerados los mejores de Turquía, explica el imán Ishak Kizilaslan. Para formar parte de este selecto grupo, la práctica es tan importante como para un cantante de ópera, explica. "Sólo con tener una buena voz no basta", aunque es condición indispensable para poder ser muecín. A menudo, la formación de estos se lleva a cabo a través de mentores, que promueven a jóvenes con voces especialmente bonitas.
Para Altuntas, todo el esfuerzo ha merecido la pena: antes de comenzar en la mezquita Azul, este muecín ciego ya fue premiado en competencias por sus conocimIentos y su manera de recitar el Corán. Desde que trabaja en el famoso templo, incluso lo llaman también en televisión, cuenta el imán. Y se nota el respeto que proyecta en los fieles: en cuanto comienza a caminar, siempre hay alguien que lo toma del brazo para conducirle a su despacho, su estrado o el minarete.
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