¿Cómo un orfebre temperamental y sin educación formal creó el edificio más milagroso del Renacimiento?
Extracto de la edición de febrero 2014 de la revista National Geographic
Fotografías de Dave Yoder
En 1418, los líderes de la ciudad de Florencia al fin abordaron el problema monumental que durante décadas habían ignorado: el enorme agujero en el techo de su catedral. Una temporada tras otra, las lluvias de invierno y el sol de verano se metían hasta el altar principal de Santa María del Fiore, o hasta donde este altar debía haber estado.
Sus predecesores habían comenzado la iglesia en 1296 para exhibir el estatus de Florencia como una de las capitales económicas y culturales de Europa, cuyas riquezas derivaban de las transacciones financieras y el comercio de la lana y la seda. Luego se decidió que la gloria que coronaría la estructura sería la cúpula más grande de la Tierra, lo cual aseguraría que la iglesia sería "más útil y hermosa, más poderosa y honorable" que cualquier otra que se hubiese construido, tal como lo decretaron los nobles de Florencia.
Sin embargo, muchas décadas después, nadie parecía tener ni la menor idea de cómo construir un domo de casi 45 metros de ancho, sobre todo porque debía comenzarse a 55 metros del piso, sobre los muros existentes.
En 1418 los preocupados líderes de Florencia anunciaron un concurso para el diseño ideal del domo, con un muy atractivo premio de 200 florines de oro -y una oportunidad de obtener fama eterna- para el ganador. Los arquitectos más importantes de la época acudieron a Florencia en tropel y presentaron sus ideas.
Así, un orfebre bajito, feo e irascible llamado Filippo Brunelleschi, prometió construir no uno sino dos domos, uno anidado dentro del otro, sin andamios caros ni elaborados, pero se rehusó a explicar cómo lo lograría, por miedo a que algún competidor se robara sus ideas. La terquedad de Brunelleschi terminó en una pelea a gritos con los supervisores, quienes dos veces lo sacaron por la fuerza de la asamblea y lo acusaron de "bufón y hablador".
Con todo, el misterioso diseño de Brunelleschi provocó su curiosidad, quizá porque ya sabían que este bufón y hablador era un genio.
Comenzaron a darse cuenta de cuán brillante (y riesgoso) era en realidad.
En 1420 los supervisores accedieron a nombrar a Filippo Brunelleschi el provveditore, o superintendente, del proyecto de la cúpula.
La edificación pasó por problemas técnicos, una huelga de los trabajadores del proyecto, y la rivalidad con Lorenzo Ghiberti, compañero orfebre de Brunelleschi, quien había sido nombrado cosuperintendente.
El 25 de marzo de 1436, en la Fiesta de la Anunciación, el papa Eugenio IV y una asamblea de cardenales y obispos consagraron la catedral terminada, con el doblar de las campanas y la aclamación de los orgullosos florentinos. Una década después, otro grupo ilustre puso la piedra angular de la linterna, la estructura de mármol que Brunelleschi diseñó para coronar su obra maestra.