En la frontera de Estonia y Rusia habitan los setos, una minoría étnica que trata de crearse una identidad moderna basada en creencias antiguas.
Los setos, una minoría étnica de unos pocos millares de personas nativas de Setomaa, una región muy pequeña ubicada entre el sureste de Estonia y el noroeste de Rusia, han preservado durante siglos celosamente sus tradiciones, como el canto polifónico, recién inscrito en el listado de Herencia Cultural Intangible de UNESCO.
Sin embargo, también han creado otras completamente nuevas, como una monarquía que pretende mantener a raya cuanto amenace su identidad cultural. Su reino yace a ambos lados de una frontera disputada entre Rusia y Estonia, esto representa una amenaza para los setos, pues separa los territorios ruso y estonio de Setomaa y creando una grieta en su comunidad, partiendo sus campos de cultivo, aislando sus iglesias y sus cementerios.
?La frontera llegó, y fracturó su vida cotidiana?, dice Elena Nikiforova, investigadora del Centro para Investigación Social Independiente de San Petersburgo, quien dirigió los trabajos de campo en Setomaa cuando se fortaleció la frontera. ?La frontera se convirtió en el disparador que los llevó a identificarse como un pueblo independiente ?agrega-. Al verse separados por la frontera, se unificaron?.
Incapaces de cambiar el curso de la política exterior, y divididos entre dos países, los setos se declararon una nueva entidad unificada en 1994: el Reino de Setomaa.
Y ahora, transcurridas más de dos décadas, mantienen vivo su reino.
Conoce más sobre cómo transcurre la vida de los setos en la frontera entre Estonia y Rusia:
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