Mató a dos de sus esposas, tal vez a su madre, pero según estudiosos, no era del todo malo.
Extracto de la edición de abril de la revista National Geographic en Español.
Bajo la colina romana de opio, hoy convertida en un modesto parque público afeado con grafiti, donde los jóvenes pasan el rato pateando la pelota, y los vagabundos encienden fogatas con carbón, yace enterrado parte del palacio más grandioso en la historia de la Ciudad Eterna.
Se llamaba Domus Áurea, o Casa Dorada, y fue erigida por y para Nerón.
Los siguientes emperadores ignoraron o re configuraron la estructura y, en el año 104, Trajano aprovechó sus muros y bóvedas como cimientos para sus legendarias termas. Luego, durante los siguientes 1,400 años, el palacio sepultado cayó en el olvido.
Hacia 1480, un excavador cayó al subsuelo, aterrizó sobre escombros y pudo admirar un cielo raso aún decorado con frescos suntuosos.
Excavaciones ulteriores revelaron otras maravillas: corredores largos con columnatas que dominaban la vista de lo que fue un parque extenso con un lago artificial; vestigios de oro y fragmentos de mármol extraído de Egipto y Medio Oriente, con el que antaño cubrieron las paredes y los techos abovedados, y un salón octogonal espléndido, con domo.
Hoy día la Domus Aurea permanece cerrada al público, y al suroeste de ésta, al otro lado de un bullicioso bulevar romano y directamente sobre el sitio que ocupó el lago artificial de Nerón, se alza el Coliseo, un anfiteatro de fama mundial que Vespasiano erigió en los años posteriores al suicidio de Nerón, obtuvo su nombre de una estatua de más de 30 metros de altura que representaba al emperador como el dios sol.
Pues bien, es difícil rehabilitar a un hombre que, según relatos históricos, ordenó el asesinato de su primera esposa, mató a patadas a la segunda, quien se encontraba encinta, hizo ejecutar a su madre (tal vez tras haber dormido con ella), dio a Séneca, su mentor, la orden de suicidarse (instrucción que éste obedeció con toda solemnidad); castró y después desposó a un adolescente, en 64 presidió el incendio de gran parte de Roma, e inculpó a un grupo de cristianos (incluidos los santos Pedro y Pablo), quienes fueron detenidos, decapitados o crucificados, y luego les prendieron fuego para iluminar un festival imperial. Sin embargo, el propio Tácito, de los primeros biógrafos del emperador, y principal acusador de Nerón, escribe que nadie sabe si aroma ardió por accidente o deliberadamente.
Los primeros tiempos del reinado de Nerón fueron dorados. Abolió los juicios secretos de Claudio, otorgó indulgencias, organizaba cenas de trabajo con poetas, y practicaba rigurosamente la lira y el canto.
Edward Champlin, profesor de estudios clásicos en Princeton, en su libro revisionista, Nero, Champlin lo describe como "un artista y actor incansable que, casualmente, también era emperador de Roma", y "un publirrelacionista adelantado a su época, con una percepción aguda de lo que el pueblo quería, incluso antes de que el mismo pueblo lo supiera".
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