La tierra de la Reina de la lluvia

Una aldea que espera que la modernidad no se contraponga a la capa de piel de leopardo.

En el norte de Sudáfrica vive una dinastía dirigida solo por mujeres que, según la leyenda, tienen el poder de invocar la lluvia. Aunque desde la muerte de la última mujer en el trono, en 2005, el lugar lo ocupa temporalmente un hombre mientras todas las esperanzas están puestas en la hija de la anterior dirigente, una princesa de 11 años que se encuentra en la lejana Johannesburgo.

El futuro de la Casa de las Reinas de la Lluvia, en la provincia de Limpopo, depende en parte de que la princesa Masalanabo sea capaz de compaginar su moderna educación con las estrictas tradiciones, explica Moshakge Molokwane, destacado miembro de la familia real. "Será un verdadero desafío para ella. La cultura occidental está cada vez más presente también aquí", apunta.

Desde hace dos décadas, las reinas son las más altas representantes del pueblo Balobedu, al que según las estimaciones pertenecen varios cientos de miles de personas. Se las llama "Modjadji", que siginifica "madre" o "hija" del Sol.

Además de la Reina de la Lluvia, en Sudáfrica hay otros diez reyes representativos a los que el Gobierno paga un salario. Se encargan de los asuntos regionales y median en disputas territoriales o entre familias.

El protocolo para las «Modjadjis» en el pueblo de Khethakoni es estricto: las reinas de la lluvia no se casan. Tienen sirvientes y viven en aislamiento.

Las reinas solo pueden tener hijos con un hombre de la nobleza aprobado por el Consejo Real y cuya identidad se mantiene en secreto.

A Makobo, la última reina, no le gustaban las reglas. Fue la primera dirigente que cursó educación superior y, según la prensa, conmocionó a los más tradicionales con sus visitas a los centros comerciales. También utilizaba computadoras, salía de fiesta e incluso habría mantenido abiertamente una relación con un hombre del pueblo.

Tras dos años de gobierno, Makobo murió en 2005 con sólo 27 años debido a una enfermedad. Desde entonces el trono lo ocupa un hombre, casi a modo de rey interino. La esperanza de volver a tener una reina recae ahora en Masalanabo, que está siendo educada en Johannesburgo por un diputado que pertenece al pueblo Balobedu.

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Los expertos atribuyen claramente la actual sequía de Sudáfrica a los efectos del fenómeno meteorológico "El Niño". Sin embargo, algunos locales creen que también puede deberse a la ausencia de una reina de la lluvia. Sin reina no hay lluvia, piensan.
Los objetos rituales para invocar a la lluvia empiezan a estar cubiertos de polvo en un edificio de Khethakoni. Cada octubre los Balobedu imploran piedad a los dioses. Cáscaras de huevos de avestruz, perlas y una lanza se riegan con cerveza de la que antes ha bebido una vaca que simboliza la fertilidad de la reina, un ritual para atraer las precipitaciones.

La dinastía está ahora a la espera de la joven princesa. Pero no todos los miembros del Consejo Real aceptan a la hija de un hombre plebeyo. Algunos piensan incluso en sustituir a la princesa por otra joven o en abrir el camino a un dirigente. ¿Un hombre? Modjadji Molokwane no puede imaginárselo. "Siempre nos han gobernado mujeres", apunta este importante miembro de la familia real.

En el palacio muchos confían en que la princesa conseguirá superar el reto cuando, al cumplir los 18 años, pongan sobre sus hombros la capa real de piel de leopardo.