«Queríamos demostrar que las mujeres somos fuertes y valientes, que podemos lograr ir con nuestra vestimenta», explica Cecilia, una mujer aimara que practica andinismo en Bolivia.
Hacer montañismo se ha convertido en una forma de turismo nociva para los picos más altos del planeta. Cada vez sin menos glaciares, la meta de ‘conquistar’ las montañas indómitas tiene un halo de heroísmo místico. Más aún cuando quienes buscan conseguir estas hazañas van equipados hasta los dientes, con vestimentas especiales para vencer el frío y las adversidades. Las mujeres aimaras que practican andinismo no necesitan nada de eso.
Enfundadas en sus faldas típicas, «escalan una montaña en los Andes bolivianos vistiendo su ropa tradicional como símbolo de liberación«, según lo describe el periodista Martín Silva para la AFP. Ellas se reconocen a sí mismas como las Cholitas Escaladoras de Bolivia Warmis, un grupo de mujeres aimaras que reivindica la lucha de género por medio del montañismo.
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Ninguna montaña es muy alta para las mujeres aimaras
Adela Llusco, Senobia Llusco, Cecilia Llusco y Camila Tarqui Llusco son mujeres aimaras en Bolivia. De derecha a izquierda, posan en la fotografía anterior con sus trajes originarios típicos, protegiéndose la cabeza con cascos y con picos para escalar. El periodista Martín Silva las retrató después de montar la cumbre de la montaña Huayna Potosí, que sobre pasa los 6 mil metros de altura sobre el nivel del mar.
Junto con ellas, las otras miembras de las Cholitas Escaladoras de Bolivia Warmis empoderan a más mujeres de pueblos originarios en Sudamérica por medio del andinismo. Específicamente, del andinismo: la práctica de montar hasta los picos más altos de los Andes bolivianos.
Para ellas, como miembras de comunidades originarias, las barreras de género son todavía más difíciles de conquistar que las montañas de su país. Antes de convertirse en andinistas, muchas de ellas eran amas de casa, porteras o cocineras, según la cobertura que hizo la AFP.
«‘¿Qué están haciendo estas mujeres aquí, en la montaña? Ya no va a nevar, ya no va a llover’. Esas fueron las palabras de un grupo de hombres escépticos cuando las vieron llegar por primera vez», escribe Silva sobre los recuerdos de Cecilia.
Montadas en una furgoneta rentada, decenas de mujeres originarias hacen viajes de semanas para dedicarse a escalar. Ninguna de ellas necesita ropa especializada para adentrarse en los senderos más pedregosos de los Andes. Por el contrario, el alpinismo para las mujeres aimaras es un territorio conquistado en materia de género.
A la luz de linternas y fogatas improvisadas
Las mujeres aimaras practican andinismo para conectar entre sí. Ante las inclemencias del camino, se sienten seguras porque sus amigas las acompañan. Juntas, comparten la cena y encienden piras para calentarse en las noches de más crudo frío. Algunas de ellas tienen más de 30 años; otras, apenas cumplieron 18.
Sin embargo, todas ellas comprenden que el andinismo es una práctica deportiva que las une y las hace fuertes. Aunque, en ocasiones, el oxígeno escasea, están convencidas de que la única manera de consolidar este espacio es caminando juntas. Tanto así, que ahora mismo se preparan para conquistar el Everest.
«Las mujeres hemos roto varias barreras… Y queremos llegar más lejos. Siempre llevar la cultura aimara en alto», concluye Cecilia.
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