La tumba de una mujer fue encontrada en la Patagonia, Argentina. Este hallazgo prehispánico es único en su tipo.
Los mapuches han habitado el continente americano durante siglos. Los territorios que hoy conocemos como Chile y Argentina, son hogar de los pueblos mapuches que al día de hoy luchan por preservar su lengua y su cultura. Ahora, un grupo de arqueólogos encontró una canoa funeraria en la Patagonia argentina. Este descubrimiento sorprendió a los investigadores pues, según el estudio:
“Este es el primer hallazgo de un entierro en una estructura de canoa en la Patagonia argentina, y el ejemplo más austral de todo el continente”
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Nometulafken: La tierra al otro lado del mar
Para algunas religiones los muertos van al cielo. Para los mapuches, los espíritus de los muertos se dirigen a la ‘tierra del otro lado del mar’ o Nometulafken. Por eso, era importante para ellos enterrar a los muertos en una canoa (o trolof en mapudungún, la lengua de los mapuches). Los trolof asegurarían un buen camino a ‘la otra vida’. Este transporte era un tronco ahuecado en forma de canoa. Ejemplares de estas balsas están presentes en toda la Región de La Araucanía y, según el nuevo hallazgo, en la Patagonia.
Los restos en la canoa
El descubrimiento es inusual. Es el más alejado al sur que se ha encontrado, en el sitio arqueológico de Newen Antug, y también es el más viejo. Los detalles de género, talla y edad se pudieron determinar gracias a la estructura ósea de los restos. Se trataba de una mujer joven (entre 17 y 25 años) que medía aproximadamente metro y medio.
Dentro de la canoa, también se encontraron conchas, restos vegetales y una vasija de cerámica. Dicha vasija es la evidencia más remota de cerámica como ofrenda funeraria encontrada en la región. Patrones geométricos rojos decoran la pieza, como es usual en las cerámicas funerarias de las regiones cercanas.
Un trabajo colaborativo
A pesar de que este hallazgo es digno de un museo, debe ser tratado con sensibilidad y delicadeza al venir de un contexto funerario. Los restos encontrados pertenecen a una mujer cuya cultura sigue presente. Los autores de la investigación agradecen a la comunidad curruhuinca su previo consentimiento, libre e informado. Este tipo de dinámicas respetan a las personas para quienes los sitios arqueológicos son más que trabajo de campo.
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