En medio del calor abrasador del desierto, aparecen catedrales de piedra natural. No porque sean construcciones de culto en sí mismas, sino porque las formaciones rocosas se tuercen como arcos naturales de las dimensiones de edificios de hasta 30 pisos. Quienes han ido, tienen que llegar a pie o montados sobre un camello: no existe infraestructura para ingresar a Ennedi Massif, el ‘Edén del Sahara’.
Los árboles escasos en la entrada ofrecen una sombra para descansar. Ahí, hombres en túnicas blancas se sientan sobre la arena para servir café caliente. Los locales saben que, en las profundidades del Monte Aloba, se esconde todavía un oasis prístino. En medio de temperaturas de 50ºC, pensar en un espacio intacto con árboles y agua podría parecer un delirio desértico. No es así.
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Un riachuelo, palmeras y animales que no se asocian al desierto habitan en Ennedi Massif. De hecho, este espacio se encuentra en cima del monte. Sin embargo, pocos son los que se atreven a subir: quienes lo han conseguido, dicen los locales, no regresan jamás. Tanto así, que la montaña se ha consagrado como un espacio sagrado para las personas al noreste de Chad: por sus dimensiones y aura sacra, el Aloba impone respeto.
Por la inaccesibilidad del oasis, algunos científicos occidentales han dudado de su existencia por siglos. Sin embargo, hay evidencia de que Ennedi Massif es el hogar de miles de glifos prehistóricos. En forma de seres humanos alargados —a manera de pinturas rupestres—, se muestran escenas de pastoreo y caza, casi como sombras bermellón pintadas sobre las columnas de piedra natural.
Bestias gigantescas y cornudas caminan junto a seres humanos esbeltos. Algunos otros trabajos emulan la energía y el movimiento que requiere una jornada de caza intensa.
El arte prehistórico sobre las montañas de este oasis africano data, de acuerdo con Getty Research Institute, de hace al menos 7,000 años. Enmarcados por las formaciones rocosas que ha esculpido la erosión, las imágenes se han pintado y tallado en la superficie de cuevas, cáñales y refugios, documenta la UNESCO, «presentando uno de los conjuntos de arte rupestre más grandes del Sahara«.
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En la actualidad, los cañones que circundan a Ennedi Massif se consideran espacios sagrados. Algunas comunidades en Chad se han establecido ahí, y llevan vidas campestres cerca de los arroyos, donde crecen palmas y otros árboles con frutos. Ahí mismo, cuidan de sus camellos y animales de ganado.
Año con año, las familias se reúnen para honrar a sus ancestros en los cañones. Para ellos, los espíritus de quienes han fallecido habitan este espacio, por lo que les hacen ofrendas y rinden homenaje con rituales típicos.
Con las aguas de Guelta d’Archeï, los locales dan de beber a sus familias y animales. El manantial es desde hace siglos una de las principales fuentes de agua para el pueblo Tubu, explica Getty Research Institute, y forma una parte fundamental del espacio sagrado de Ennedi Massif.
Por el peso cultural, arqueológico e histórico que tiene en la actualidad, el sitio arqueológico de Ennedi Massif fue catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2016.
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