El primer astronauta mexicano en ir al espacio nos contó sobre su nueva misión: inspirar a las nuevas generaciones y acercarlas a la ciencia.
Egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, así como de las universidades de Essex y Birmingham, el doctor Rodolfo Neri Vela, de 65 años, fue el primer y único latino en ser parte de una de las misiones del trasbordador espacial para NASA, que se llevó a cabo el 26 de noviembre de 1985. A raíz de su experiencia, nos cuenta cómo contribuyó a la historia del espacio y de México.
¿Cómo llegó a ser el primer astronauta mexicano?
Desde que se inició la operación para la puesta en órbita de los satélites Morelos, en 1985, participé en las pláticas y detalles para desplegarlos. Ese mismo año, NASA convino con el gobierno de México para llevar a un astronauta nacional durante el despliegue del segundo satélite. Se lanzó una convocatoria a través de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes dirigido a gente bilingüe, con posgrados y experiencia en docencia. Creo que estudiar ingeniería mecánica-eléctrica y posgrados en sistemas de telecomunicación y radiación electromagnética me ayudaron a ganar esta oportunidad, puesto que la carga de la misión eran satélites, mi especialidad.
En su misión, usted era un payload specialist, ¿qué significa?
NASA solo entrenaba ciudadanos estadounidenses reclutados con anticipación y tenían una diversidad de actividades que podían desempeñar hasta que se les asignaba una misión. Al llegar la era de los transbordadores espaciales se comenzaron a incluir lo que yo llamo astronautas nacionales, mediante convenios con otros países para seleccionar a un voluntario y formar parte de la tripulación. Por ello, NASA diseñó un programa intensivo de entrenamiento ya que, cuando mucho, tenían un año para prepararse e ir al espacio.
El entrenamiento tocaba las partes más importantes y fundamentales para integrarse al resto del equipo y realizar su trabajo, así como ayudar en algunas actividades con los demás tripulantes. Las misiones donde participaban los representantes nacionales siempre llevaban experimentos ?diseñados por compatriotas?, en algunos casos, satélites; a ambos se les consideraba carga o payload. Y a los astronautas nacionales como especialistas de carga, payload specialist. Gracias a mi formación y trabajos anteriores, sabía exactamente lo que el satélite Morelos II, el de mi misión, tenía adentro y cómo iba a funcionar, pero quien apretó los botones fue mi compañero Sherwood Clark Spring, ya que al haber un contrato de por medio, solo personal de NASA podía liberar el satélite.
La tecnología ha avanzado mucho desde su misión, ¿cómo ha beneficiado a la industria actualmente?
La tecnología ya es vieja para cuando vuelas. Estos vehículos se comienzan a diseñar 20 años antes de que se estrenen porque son millones de piezas las que hay integrar y mejorar; muchas hay que reinventarlas, probarlas. Entonces, cuando llega la hora del vuelo no es tecnología 100 % actual pero, a la vez, es lo que permite que esta avance y dé grandes pasos, a la par de seguridad para los tripulantes. En la era de los transbordadores esto permitió que un mayor número de cosmonautas llegaran al espacio. Sin embargo, los despegues no siempre son exitosos y hay momentos difíciles pero que son lecciones que se deben aprender. Cuando el Challenger explotó comenzaron a revisar a detalle qué había pasado, los porqués y cómo mejorarlo: no solo las partes de las naves, sino las técnicas de evacuación y hasta los trajes espaciales, que cambiaron de color a anaranjado. NASA tiene un lema de dos palabras desde que estalló el Challenger: ?lesson learned?, lección aprendida.
La importancia de la tecnología y su éxito en la exploración espacial radica en descubrir cosas nuevas y enfrentar retos que permiten avanzar a la civilización. Cuando no hay retos, no hay evolución, nos estancamos. De modo que la exploración espacial es un motor, no solo para obtener fotos bonitas, piedras lunares o mandar un robot a Marte, sino para inventar cosas nuevas y estimular e inspirar a las nuevas generaciones; hay tantas cosas alrededor de las misiones espaciales que muchas veces se soslayan, no se piensa en eso. Por eso creo en la divulgación científica, ya que puede inspirar a los jóvenes.
Fueron seis días y 21 horas las que orbitó, ¿cuál fue su misión?
Había muchas dudas sobre qué iba a hacer, si iba a tocar las cosas o me iban a vigilar para no descomponer todo. Hubo todo tipo de chistes, comentarios y bromas que a veces son inocentes y necesarias, porque la risa y las bromas también son parte de todo. Durante mi estadía grabé en casetes un diario con todos los detalles del día a día, además de realizar y controlar experimentos diseñados por mexicanos, como el cultivo de amaranto y frijol, así como de bacterias. Fue un privilegio y un aprendizaje importante ya que no en todas las misiones había caminatas espaciales y despliegue de satélites.
Antes de despegar abogué por llevar tortillas. Desde entonces se comenzaron a incluir en las misiones gracias a su valor nutrimental y a que no hacen migas, lo cual representa seguridad para la misión. Entregué el informe con los resultados de la estadía espacial el 20 de diciembre de 1985 al ex presidente Miguel de la Madrid. Sin embargo, mi misión no terminó ahí, apenas comenzaba.
¿Cuál es su misión ahora?
No solo quiero ser el hombre que subió a la nave y dio 109 vueltas al planeta con tortillas. Sino un individuo que no se calla porque me preocupa el futuro de este país y sus nuevas generaciones. La responsabilidad de un astronauta no solo es la divulgación científica, sobre todo en un país con rezago, sino sembrar el deseo de superación en los jóvenes. Junto con otros doctores e instituciones de ingeniería convencimos al Congreso para crear la Agencia Espacial Mexicana. Pero los presupuestos que se le asignan son bajos y no hay un remanente para desarrollar proyectos o apoyar estudiantes; quienes logran obtener este apoyo prefieren terminar sus carreras y trabajar en agencias internacionales, debido a la falta de proyectos. Quienes logran estudiar en el extranjero con becas federales y desean volver a retribuirlas en la misma educación no encuentran plazas en las universidades, donde su conocimiento podría renovar los programas, ya que se protege a gente improductiva. Hay quienes ni lo intentan, ya que saben que no tendrán repercusiones de ningún tipo por parte de las instituciones educativas y autoridades gubernamentales si no devuelven el apoyo económico. Son círculos viciosos con mucha corrupción de por medio y las autoridades no entienden que deben regularlas para retener a nuestro mejor talento y desarrollarnos como país y sociedad.
El caso de la agencia espacial es solo un ejemplo; si en todos los ámbitos rompiéramos este círculo y como sociedad exigiéramos la rendición de cuentas, no habría fuga de nuestro mejor talento. Así estaremos en camino de mejorar.
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