Así recordamos a Mercedes Barcha y Gabriel García Márquez
«Mi recuerdo favorito de mi abuelo es que todos los días teníamos la costumbre de entrar y correr al estudio a saludarlo y verlo trabajar. Siempre se despegaba de la computadora un momento para estar con nosotros».
Habla Emilia García Elizondo, y el abuelo en cuestión es Gabriel García Márquez. El escritor colombiano llegó a México en la década de 1960 acompañado de su familia, capitaneada por su esposa Mercedes Barcha.
Muchos años después, al relatar los 18 meses que tardó en escribir la novela Cien años de soledad, Gabo comentó:
«Lo que podría ser motivo de otro libro mejor sería cómo sobrevivimos Mercedes y yo con nuestros dos hijos durante ese tiempo en que no gané ningún centavo por ninguna parte. Ni siquiera sé cómo hizo Mercedes durante esos meses para que no faltara ni un día la comida en la casa».
Al escuchar esta afirmación, el público del IV Congreso de la Lengua Castellana estalló en aplausos para la mujer parsimoniosa que sonreía desde el presidium. «En los momentos de dificultades mayores -prosigue el relato de Gabo- Mercedes hizo sus cuentas astrales y le dijo a su paciente casero sin el mínimo temblor en la voz: “podemos pagarle todo junto dentro de seis meses”». Convencido, el casero respondió: «“Muy bien, señora. Con su palabra me basta”».
Emilia García evoca a su abuela como una gran narradora: «Mi recuerdo favorito son todas las historias que contaba a la hora de comer con las que nos reíamos sin parar. Escucharla hablar y contar cosas siempre será de mis cosas favoritas de la vida».
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El éxito es un capital político
La novela, publicada en 1967, contó con un éxito inmediato. Mercedes y Gabo aprovecharon la gran aceptación del libro para actuar en favor de los movimientos sociales del continente. «El éxito es un capital político que tengo que manejar lo más cuidadosamente posible en favor de la revolución en América Latina», le confió a Elena Poniatowska en 1970.
«Mira, te pongo un ejemplo simple: me dieron un premio en Oklahoma. Inmediatamente me planteé el problema político: “¿lo rechazo por venir de Estados Unidos o lo acepto y le doy un destino político importante?” Decidí aceptarlo y dárselo a un comité que se ocupa de los presos políticos en Colombia […] Así es que aquí estoy esperando premios -ríe- ¡Cuantos me quieran dar que me los den, porque ya sé qué voy a hacer con ellos!».
García Márquez fue laureado con el Premio Nobel de Literatura en 1982. En su discurso de aceptación, se refirió en estos términos a los pueblos latinoamericanos: «[…] frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida».
La Casa de la Literatura
El matrimonio García-Barcha habitó en una casa de la calle de Fuego, al Sur de la Ciudad de México, hasta el fin de sus días. Gabo murió el 17 de abril de 2014 y Mercedes el 15 de agosto de 2020. Ambos dejaron un vasto legado que se materializa en el inmueble, hoy constituido como Casa de la Literatura Gabriel García Márquez.
La encargada de proteger y difundir este patrimonio es la propia Emilia García Elizondo, quien es directora de la Casa. Habiendo construido recuerdos en este lugar a lo largo de toda su vida, Emilia está convencida de su misión de preservar la memoria de sus abuelos. Las enseñanzas que le dejaron son su motivación para continuar con esta labor. Sobre su legado, comenta: «[…] dejaron mucho sobre todo a su familia, nos dieron una gran educación de vida y mucho amor, mucha generosidad en todos los sentidos, además un legado literario gigante para muchísima gente, muchas historias y personajes queridos y por lo que me he de dado cuenta mucha inspiración para mucha gente».
La máquina de la memoria
La memoria es uno de los temas principales de la literatura de García Márquez. Son los recuerdos quienes nos llevan de la mano a través del universo fantástico que construyó. Hoy, tanto Gabo como Mercedes pertenecen al reino de la remembranza; sin embargo, su presencia es más fuerte que nunca en el corazón del público. Millares de lectoras y lectores de todo el planeta siguen disfrutando de una obra que de muchas formas fue construida entre los dos.
Al igual que Úrsula Iguarán, la matriarca de Cien años de soledad, Gabriel García Márquez partió una mañana de jueves santo. El escritor comparaba la vida con un libro.
«Lo que más me dolerá es que el último episodio, que seguramente será muy interesante y fundamental en la vida de uno, que es el de la muerte, es el único que no podré escribir», declaró.
Gabo recibió la despedida final en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. De acuerdo con su hijo, Rodrigo García Barcha, en uno de los discursos del homenaje se hizo referencia a Mercedes como “la viuda” del escritor. Ella respondió: «Yo no soy la viuda. Yo soy yo».
Su fuerza de carácter y la entereza de su personalidad son dos aspectos que la caracterizan en el recuerdo de quienes la conocieron. Según una anécdota contada por su marido, Fidel Castro intentó corregir a Mercedes en la preparación de un guiso. «Mire Fidel, usted mandará en su isla, pero yo mando en mi cocina», le dijo. El mandatario cubano acabaría llamándola «mi mejor amiga».
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Un gran equipo
«Sé que a Gabo lo recuerdan como un gran escritor y a Mercedes como su mano derecha y la mujer que inspiró muchas de sus historias. Pero para mí y su gente cercana eran mucho más que eso […] creo que les gustaría que los recordaran como humanos, con errores y virtudes, y como personas que siempre trataron de hacer lo mejor que pudieron, cada quien desde su trinchera y al final como un gran equipo», apunta Emilia.
La amistad como patria
Cuando Poniatowska le preguntó qué era lo más importante para él en México, García Márquez respondió: «Mis amigos». Entre las amistades que el matrimonio cosechó en todo el mundo, se encontraban artistas de la talla de Vicente Rojo, Richard Avedon y Oswaldo Guayasamín; autoras y autores como Elena Garro, Carlos Fuentes y Álvaro Mutis, luchadoras sociales como Rigoberta Menchú y Haydée Santamaría e inclusive los cineastas Akira Kurosawa y Luis Buñuel.
Ahora, la Casa de la Literatura Gabriel García Márquez busca «seguir compartiendo cosas como lo hacían en vida, en términos de la escritura y el arte en general, con proyectos cercanos a Gabo y a sus amigos». Ésta es la manera en la que Emilia García Elizondo y su familia honran la memoria de dos seres excepcionales que marcaron indeleblemente la cultura de Latinoamérica e hicieron invaluables aportaciones a la literatura universal.
Este artículo es de la autoría de Rodrigo Ortega Acoltzi, quien investiga y escribe sobre arte. Puedes leer más de su trabajo aquí.
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