De fabulosa riqueza y distintivamente multicultural, esta encrucijada desértica también tuvo una vena rebelde.
La historia está escrita en las paredes de Palmira, literalmente. En templos y dinteles, alrededor de monumentos funerarios, y serpenteando por las altas columnas de caliza que se alzan en el desierto sirio, a 215 kilómetros al noreste de Damasco.
Esas inscripciones fueron asentadas en griego y arameo palmireño, fenómeno bilingüe exclusivo de Palmira: sitio arqueológico y Patrimonio Mundial UNESCO que se ha convertido en foco de la atención internacional desde mayo, cuando el Estado Islámico (ISIS) ocupó el territorio que rodea las antiguas ruinas.
El domingo 27 de marzo, el Ejército sirio retomó la ciudad y en estos momentos, las fuerzas armadas están retirando explosivos y trampas colocados alrededor de Palmira, después de lo cual, especialistas ingresarán en el sitio para evaluar el daño causado a los monumentos.
Las inscripciones nos brindan una perspectiva única de la vida en una ciudad fronteriza muy particular donde, durante siglos, los mercaderes locales controlaron el comercio entre el Mediterráneo y Mesopotamia.
Lee: ¿Qué era Palmira?
Como ejemplo: una inscripción de 130 d.C., donde el Senado de Palmira honra al ciudadano Male Agrippa por la construcción de un templo dedicado a Baalshamin ?dios semita del cielo- para conmemorar una visita previa del emperador romano Adriano. La dedicatoria bilingüe fue inscrita en la entrada del templo, edificado con una combinación singular de los estilos arquitectónicos romano y de Cercano Oriente.
El regalo de Male Agrippa, el Templo de Baalshamin, fue destruido el año pasado por el Estado Islámico, junto con el Templo de Bel ?el templo más grande e importante de Palmira-, así como el emblemático Arco del Triunfo de la ciudad.
El encuentro de Oriente y Occidente
Palmira (llamada Tadmor hasta el periodo romano) se menciona en los registros históricos desde hace 3 800 años. Sin embargo, fue durante los siglos I a III d.C. que el oasis desértico alcanzó su apogeo como eje crítico del comercio entre Roma y los imperios Parto y Sasánida, en oriente.
Los mercaderes palmireños se enriquecieron con impuestos y protegiendo caravanas que cruzaban el desierto sirio hasta el Éufrates y el golfo Pérsico, transportando gemas y especias a los mercados del Mediterráneo a cambio de metales preciosos, vidrio y otros artículos suntuarios provenientes de lugares lejanos, como India.
Pero las caravanas llevaban consigo un caudal de influencias culturales y así, entre las miles de inscripciones registradas en Palmira, encontramos dedicatorias a deidades de las tradiciones fenicia, babilónica, árabe y cananea.
Con el paso de los siglos, el Imperio Romano ejerció distintos grados de control sobre Palmira, y si bien los poderosos mercaderes de la ciudad fronteriza adoraban a las deidades orientales, también adoptaron las costumbres de la elite romana, informa Maura Heyn, profesora asociada de estudios clásicos en la Universidad de Carolina del Norte, Greensboro y especialista en los monumentos funerarios de la ciudad.
?Digamos que los palmireños eran los vaqueros de la frontera, pero también participaron de la práctica imperial de embellecer su ciudad con edificios grandiosos?, dice, acerca de monumentos emblemáticos como el Templo de Bel, dedicado en 32 d.C. y la Gran Columnata de 1.1 kilómetros de largo, construida entre los siglos II y III d.C.
Los ciudadanos inmortalizaron sus donativos a las campañas para esas construcciones colosales con inscripciones talladas por toda la ciudad.
La elite de Palmira también imitó a Roma al conmemorar a sus muertos. Aunque los monumentos funerarios incluían inscripciones arameas, las personas representadas en ellos vestían galas romanas. ?Estos monumentos ofrecen algunos de los mejores ejemplos de joyería del mundo grecorromano?, agrega Heyn. ?Muy contadas ciudades del Imperio Romano cuentan con tantas evidencias de cambio y negociación cultural?.
Enfrentamiento con Roma
Sin duda, el ciudadano más famoso de Palmira fue la reina Zenobia, quien aprovechó la riqueza y el caos político del Imperio Romano para tomar, brevemente, el control de las provincias romanas orientales de Egipto, Siria y Palestina, e incorporarlas al gran Imperio de Palmira (269-273 d.C.). A la larga, fue derrotada y capturada por las fuerzas del emperador Aureliano, quien saqueó Palmira tras un levantamiento ulterior.
La ciudad nunca se recuperó por completo, y la drástica disminución de riquezas que Palmira proporcionaba a Roma pudo contribuir considerablemente a la eventual decadencia del Imperio Romano Occidental, en el siglo V d.C.
Hasta que estalló el conflicto de 2011, Palmira era uno de los destinos turísticos más populares de Siria y los sirios modernos tienen un vínculo muy personal con la antaño grandiosa ciudad comercial que tanto influyó en Roma y terminó desafiando el poder imperial.
?Los sirios consideran que Palmira es muy especial, porque es una fuente de orgullo para ellos?, explica Salam Al Kuntar, arqueóloga siria e investigadora invitada de la Universidad de Pennsylvania. ?Son muy fieles a este pasado histórico, y a los monumentos y el arte que lo representan?.
Ahora que el Estado Islámico ha sido expulsado de Palmira, la antigua ciudad, celebrada por arrancarse el yugo del imperialismo occidental, ya no enfrenta la amenaza existencial de los militantes fundamentalistas orientales.
Lee: Tras la destrucción del Templo de Bel, en Palmira