Por la intensidad telúrica del Pacífico Sur, una isla desconocida emergió de entre las olas. La nombraron «Hunga Tonga». Ésta es su historia.
Sucedió en 2015. Los vulcanólogos no se esperaban que, al claro del día, una isla nunca antes vista se apareciera en el Pacífico Sur. A los pocos meses, el nuevo pedazo de tierra que emergió de las profundidades del mar ya rebosaba en especies de microbios y plantas para los que la ciencia no tenía nombre aún. Empezaron a referirse a ella como Hunga Tonga.
Por ello, el caso de esta isla fue un campo de cultivo fértil para observar cómo es que se forman ecosistemas nuevos. En la vida de un biólogo, vulcanólogo y prácticamente de cualquier científico, pocas veces se puede analizar este fenómeno desde sus orígenes. Esto fue lo que encontraron.
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La isla que emergió de entre los volcanes
Para averiguar cómo fue que una isla completamente nueva apareció en la región austral del Pacífico, un equipo de investigadores tomó 32 muestras en el lugar. Oficialmente, la nombraron Hunga Tonga-Hunga Ha’apai, en honor al volcán submarino que le dio origen. Se localiza a 30 kilómetros al sureste de Fonaufo’ou, una de las islas más importantes de la nación Tonga.
Este país se caracteriza por una intensa actividad volcánica. Tanto así, que fue huésped de la erupción más intensa que se ha registrado en siglos. El fenómeno fue tan destructivo, que algunos países —como Perú— declararon emergencia ambiental a raíz del estallido. En ese ambiente telúrico nació Hunga Tonga.
Al respecto, el ecologista microbiano Nick Dragone de la Universidad de Colorado no niega su asombro:
«Pensamos que veríamos organismos que se encuentran cuando un glaciar retrocede, o cianobacterias, especies más típicas de colonizadores tempranos, pero en cambio encontramos un grupo único de bacterias que metabolizan el azufre y los gases atmosféricos», asegura el especialista.
Más detalles sobre la isla:
Una gloria efímera
Incluso la Agencia Espacial Europa (ESA, por sus siglas en inglés) documentó la creación de este pedazo de tierra, que había permanecido oculto debajo de los mares. Mientras tanto, el equipo de la universidad secuenció el ADN de las muestras recuperadas en la isla. Resulta ser que, con el abono de excremento de aves, las semillas que había en la tierra rápidamente florecieron.
En las zonas desprovistas de vegetación, los investigadores encontraron bacterias arqueas de las que no se tenía registro anteriormente. Al día de hoy, todavía no se sabe con certeza de dónde vinieron estos microorganismos:
«Una de las razones por las que creemos que vemos estos microbios únicos es debido a las propiedades asociadas con las erupciones volcánicas: mucho azufre y gas de sulfuro de hidrógeno, que probablemente alimentan los taxones únicos que encontramos», dice Dragone.
Sin embargo, los investigadores tuvieron poco tiempo para realizar más muestreos. Así como Hunga Tonga emergió por la actividad volcánica inherente a su entorno, la erupción de un volcán acabó con ella en enero de 2022. Toda la isla fue arrasada, y desapareció nuevamente bajo las olas.
Ahora, en el Pacífico Sur sólo quedan dos pedazos de tierra. Casi a manera de lápidas, que recuerdan el lugar exacto de donde emergió Hunga Tonga.
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