Irma Pineda habla dos lenguas: diidxazá (zapoteco del istmo) y español. La primera es la lengua de sus ancestros, la que heredó de sus abuelos, sus papás y la que usa desde la infancia en su comunidad. La segunda la adquirió en un contexto distinto, el español era la lengua con la que aprendía en la escuela y en la que recibía la literatura producida fuera de Juchitán.
Con motivo del Día Internacional de la Lengua Materna, hablamos con Irma Pineda, poeta juchiteca que ha dedicado su vida a las letras. En una entrevista exclusiva para National Geographic en Español, nos cuenta cuál fue el punto de partida de su carrera y la importancia que sus lenguas maternas tuvieron en su creación poética.
Es innegable que el mundo es un lugar multilingüe pero que cada vez tiene menos lenguas. Distribuidas en los 5 continentes, más de 7 mil lenguas son parte de la vida de todos los habitantes de la Tierra. La diversidad de idiomas, sin embargo, no es equitativa. Según informa Ethnologue, revista de divulgación lingüística, 40% de las lenguas está en peligro de desaparecer porque menos de 1,000 personas saben hablarlas.
La pronta desaparición de lenguas no-hegemónicas (aquellas que no son habladas por los grupos de poder) ha hecho que varias organizaciones (de cada país e internacionales) tomen medidas en el asunto. La UNESCO ha declarado el periodo entre 2022 y 2032 como el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas. Aunque es cierto que no todas las lenguas minoritarias son indígenas, muchas de las lenguas habladas por personas indígenas están en peligro. Sólo 23 lenguas dominan a la mitad de la población mundial, entre ellas el inglés, chino mandarín y el hindi.
‘Las lenguas nos acompañan en todos los procesos de la vida’, asegura Pineda.
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La poeta creció en el barrio de la Séptima Sección, uno de los más emblemáticos de Juchitán por sus tradiciones y sentido comunitario. Desde las tiendas hasta los juegos de niños, en la Séptima sólo se habla diidxazá. Era un Juchitán distinto al de ahora, no había drenaje ni alumbrado público. Detalla Irma que sólo había un foco por casa.
‘En las calles todo era oscuridad, lo cual alimentaba mucho nuestra imaginación’, recuerda la poeta juchiteca, de 49 años. En la oscuridad los niños, las niñas nos reuníamos a contarnos historias. Éramos perversos, nos contábamos historias de más miedo. El problema no era contarnos historias de miedo, sino que después todos teníamos miedo de regresar a casa.’
Irma aprendió español desde su primera infancia pero cuando salió de Juchitán para estudiar la universidad en Toluca se dio cuenta de que la variante de español que había aprendido en su pueblo era muy distinto al que se hablaba en el centro del país. Este enfrentamiento con nuevas formas de llamar las cosas le provocó Pineda pena de hablar con la gente. Fue entonces que se acercó a la literatura, sin embargo la acercó a la literatura.
‘El refugio fue leer pero también empezar a escribir algunas historias. Una mezcla entre lo que yo leía, historias de hadas y princesas y cuentos, y lo que me relataban en la oralidad las abuelas y el abuelo’, recuerda sobre su infancia.
La poeta confiesa que su creación nació de la nostalgia. Irma empezó a escribir durante su ‘niñez silenciosa’, periodo que inició cuando desaparecieron forzadamente a su papá Víctor Yodo, luchador social y miembro fundador de la COCEI.
‘El silencio se vuelve mi refugio siempre, en crisis.’
Años más tarde, en la adolescencia lejos de Juchitán, Pineda regresó a su refugio silencioso al llegar a Toluca y darse cuenta de que la lengua que ella hablaba no funcionaba para el contexto que habitaba ahora. Sin embargo, esta vez fue diferente. Irma extrañaba hablar diidxazá y a través de la poesía pudo conectar con la lengua de sus ancestros. En un principio, recuerda la poeta, sólo escribía para ella pero poco a poco las puertas se fueron abriendo ante ella.
‘Sería ingrata si negara alguna de las dos porque ambas son las lenguas que me han abrazado y ahora las abrazo a las dos porque es como puedo estar y moverme en el mundo’, explica la autora sobre su experiencia.
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‘Disfruto mucho las palabras. He escrito poemas sólo por haber descubierto una palabra’ dice sobre su labor.
El amor de Irma Pineda por la poesía tiene origen en el esfuerzo intelectual que requiere esta forma de arte. Declara que el ejercicio de síntesis y de abstracción de ideas la motivan a encontrar la palabra precisa para plasmar una idea. A esto se suma el reto de hacerlo tanto en español como en diidxazá.
‘Yo escribo primero en diidxazá, por la lengua metafórica, me es más fácil traducir o crear un poema en español a partir de ello pero al final también estoy creando un poema en español.’
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