AFP.- La decisión judicial de despenalizar la muerte asistida en Italia para enfermos con patologías irreversibles refleja el cambio profundo que ha registrado la sociedad italiana así como su relación con la iglesia católica. Es por esta razón que se consideró una sentencia histórica.
La Corte Constitucional decidió en el mes de septiembre que la muerte asistida podría considerarse legal si se cumplían una serie de condiciones, entre ellas que la patología irreversible sea la causa de sufrimientos insostenibles, que exista el consentimiento de la persona y que sea realizada bajo el control de las autoridades públicas.
El fallo de la Corte modifica de hecho el código penal, que castiga en teoría la «instigación o asistencia al suicidio» con penas de 5 a 12 años de prisión, y representa una victoria para los defensores de la eutanasia.
La resolución está en sintonía con la sociedad italiana, que se ha secularizado y alejado de los preceptos éticos de la Iglesia, y ahora quiere tener la última palabra sobre su salud, explicó a la AFP Cristina Papa, profesora universitaria de antropología cultural en Perugia (centro).
«La idea de que el sufrimiento representa una forma de acercarse a Dios dejó de ser creíble», comentó la experta.
La antropóloga estima que el peso de la Iglesia disminuyó en la política italiana sobre todo después de la desaparición a finales de los años 80 de la Democracia Cristiana, el otrora partido más influyente del país.
La ley
«La sentencia de la Corte obliga al Parlamento a legislar», sostiene Papa. ley
La antropóloga recuerda que por años se ha aplicado una forma discreta de suspensión del tratamiento en caso de enfermedad irreversible, en general con la aprobación de los familiares.
Vittorio Andrea Guardamagna, director de una unidad de cuidados paliativos en Italia, confirmó esa costumbre.
«Para nosotros es una derrota no poder dar una respuesta firme y convincente a un pedido. Nos vemos obligados a interrumpir los tratamientos paliativos porque son inútiles para el paciente decidido a buscar la muerte», afirmó.
El médico reconoció al diario Il Corriere della Sera, que una docena de personas le han pedido ayuda para suicidarse y aboga por un marco legislativo específico para evitar abusos.
Por su parte, los obispos italianos manifestaron su desconcierto y preocupación por la decisión y reiteraron el no categórico a la muerte asistida.
El cardenal Giovanni Angelo Becciu, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, teme que «se corra el riesgo de difundir la cultura de la muerte».
El arzobispo Bruno Forte considera que «la falta de una referencia clara a la objeción de conciencia podría interpretarse como una obligación» en materia de muerte asistida.
Desde el punto de vista cristiano «es inaceptable», recordó el religioso que reiteró que «la vida es considerada un regalo de Dios y ninguno de nosotros tiene derecho a quitárselo o ayudar a otros a hacerlo».
Los enfermos que buscan tener una muerte asistida:
Unos 4,000 médicos católicos están dispuestos a presentar una objeción de conciencia para negarse a pedidos de ese tipo por parte de enfermos graves, según la asociación nacional.
Para la asociación italiana Coscioni que batalla a favor de la eutanasia, más de 800 italianos se han inscrito en el portal «SOS Eutanasia», asegurando que están listos a recurrir a la muerte asistida.
Gustavo Fraticelli, un sexagenario con tetraparesia (pérdida de fuerza en las extremidades), incapaz de caminar desde hace 20 años, figura entre ellos.
«Cuando no pueda alimentarme o cuidar de mi higiene personal de forma independiente, voy a pedir morir», contó al diario Il Messaggero.
Es la misma posición de Sabrina Bassi, quien tiene dos hijos de 30 y 35 años con esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
«Amo a mis hijos, pero en el momento adecuado los acompañaré hasta la muerte», confesó al periódico La Repubblica.
Los muchachos no pueden moverse ni hablar y un día no podrán respirar sin ayuda por lo que han pedido, a través de una computadora, elegir el momento de la muerte.
«Mi corazón se rebela, espero siempre que la ciencia descubra un nuevo tratamiento. Pero no les negaré esa libertad», explicó.
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