La vulcanología como la conocemos hoy sería imposible sin el trabajo de Katia Krafft, la científica que le dedicó la vida a los volcanes
Es el 3 junio de 1991, el volcán japonés Unzen está activo por primera vez en 200 años. El coloso de lava ha despojado a los locales de su hogar pero Katia y Maurice Krafft no pueden perderse la oportunidad de conocerlo vivo, rebosante. Los “Demonios de los Volcanes” como los conocían sus amigos, subieron la ‘montaña viva’ para verla más de cerca. Quizá se dieron cuenta, quizá pudieron sonreír antes de que el Unzen los convirtiera en parte de su corriente ígnea.
Katia antes de Krafft
Fotógrafa, geóloga, vulcanóloga, Katia Krafft revolucionó la forma en la que estudiamos a los volcanes. Katia nació en Francia en 1942 como Catherine Joséphine Conrad y se enamoró de los volcanes a través de libros y fotografías. Probablemente nunca pensó que años después, su amor por ellos la llevaría a lugares inimaginables de los que no volvería.
“La primera erupción que vi con caudales de lava fue en el Monte Etna» dijo sobre la vez que convenció a sus padres de llevarla a Italia a ver el volcán. “Mi primera impresión al ver esta tierra viviente confirmó lo que había leído e imaginado.”
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Dos soledades
La labor de los vulcanólogos es solitaria, peligrosa. Katia estudió Geología en la Universidad de Estrasburgo donde conoció a su esposo, el también vulcanólogo Maurice Krafft. Una de las versiones de cómo se conocieron cuenta que su primera conversación fue sobre sus ‘primeros amores’: los volcanes. Fue entonces que decidieron dedicar su vida al mundo de la lava que es expulsada de las entrañas de la Tierra.
“Una vez que ya viste una erupción, no puedes vivir sin ellas porque son tan grandiosas, tan fuertes” declaró la científica.
Maurice se volvió su cómplice en la exploración, mientras Katia se dedicaba a tomar muestras de los gases volcánicos, su pareja se encargaba de documentar en video los inmensos seres. Sin inmutarse, subían cuestas rodeadas con la lava ardiente de volcanes en erupción y registraban de cerca piedras, gases, materiales ígneos nunca antes vistos a esa distancia.
El fuego destruye para crear
Entre cámaras, equipos protectores y muestras químicas, Katia y Maurice recorrieron el mundo explorando los volcanes activos más espectaculares. Acampaban en sus faldas y caminaban largas distancias para poder hacer un cuidadoso registro de lo que la Tierra les mostraba.
“Cuando estás a las orillas de un volcán tienes todos estos ruidos alrededor de ti, como si estuvieras en el vientre de la Tierra. Y comparada con este volcán gigante, no eres nada. Esa es una gran sensación.”
Su elección de vida no es azarosa. En un mundo post-guerra, ambos buscaban algo que les diera esperanza, pues habían visto los estragos que el ser humano puede causar. Sobre ello, Maurice confesó que estaban decepcionados de la humanidad y que “al ser un volcán más grande que un hombre, sentimos que eso era lo que necesitábamos. Algo más allá del entendimiento humano.”
El trabajo de investigación de los Krafft fue clave no sólo para el conocimiento científico pero también para la protección civil. A partir de sus experiencias y estudios se desarrollaron protocolos de seguridad para las poblaciones que viven en los alrededores de los volcanes.
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