Las personas acusadas de brujería en su mayoría son mujeres mayores que deben huir para evitar ser quemadas o asesinadas.
Una curandera sudafricana tuvo que abandonar su pueblo de repente. Ella y otras nueve habían sido acusadas por otro curandero de ser responsables de la muerte de un niño y su madre. "Miró en su espejo (mágico) y dijo: "Diez brujas causaron la muerte". Y una de las acusadas fui yo", recuerda la curandera que huyó.
Los lugareños se acercaron con gasolina y cerillas a su casa y la amenazaron. "Quemaron mi casa y yo salí corriendo, tanto que me tropecé con la cuerda de tender la ropa y me rompí un diente", relata la mujer de 72 años con ayuda de un traductor, mientras muestra el hueco del diente.
"Yo creo que fue el hermano de mi marido quien me señaló", cuenta. Según cree, tenía envidia de su trabajo. La curandera se marchó con su marido y sus dos hijos al pueblo de Helena. Han pasado más de 20 años desde aquellos hechos, pero ella asegura que "nunca" podrá volver a su pueblo.
Refugio oculto
Helena, en la norteña provincia de Limpopo, no es un pueblo sudafricano al uso, sino que ofrece refugio a cualquier persona que haya sido señalada o perseguida por magia negra o brujería.
La localidad, fundada en 1991, está integrada por 62 viviendas y sus habitantes cultivan lo que necesitan para su propio consumo. Se trata de un pueblo tranquilo, pero entre sus habitantes sigue habiendo miedo. Y en la conversación no quieren ser identificados ni fotografiados.
Localidades como Helena hay varias en Sudáfrica, señala Damon Leff, de la alianza defensora de derechos humanos South African Pagan Rights Alliance (SAPRA). Esta organización actúa contra la denominada caza de brujas en el país.
Según datos de SAPRA, en 2014 fueron asesinadas diez personas por presunta brujería, aunque la cifra real sería sensiblemente superior. Anualmente, más de un millar reciben palizas, son quemadas o asesinadas, señala Yaseen Ally, un científico de la Universidad de Sudáfrica que ha centrado su tesis doctoral en el tema. De acuerdo con las cifras de SAPRA, en ocasiones son asesinadas familias enteras.
La policía sudafricana no lleva un recuento específico sobre las víctimas de la caza de brujas, ya que ese tipo de muertes están catalogadas como delitos comunes.
Algunos medios han difundido ese tipo de persecución, señalan tanto SAPRA como el científico Ally.
"Se puede culpar a la brujería de casi todo tipo de accidente, ya sea un accidente de coche, una muerte, una separación, un contagio del VIH, un bebé que nace muerto", explica Ally.
Las más perseguidas por brujería son, sobre todo, mujeres mayores. "En su mayoría se trata de mujeres económicamente independientes y seguras de sí mismas, a quienes los hombres guardan rencor o de quienes las mujeres tienen envidia", agregó el investigador.
Cerca de Johannesburgo, el curandero tradicional David ayuda a sus clientes para evitar la brujería. Ésta "puede filtrarse en la casa en forma de insecto o pájaro", afirma citado por Ally. Algunas personas invocan espíritus o llevan a cabo rituales para dañar a otros.
Pero en los casos de muerte documentados por SAPRA no existe relación alguna con la magia negra. Las acusaciones se hicieron a menudo por envidia o para no tener que responsabilizarse de algún comportamiento que conllevó accidentes o desgracias, apunta Ally.
Y una vez que alguien ha sido acusado uno de brujería, resulta difícil deshacerse de la fama, señala Attie Lamprecht, que forma parte de una unidad especial de la policía que investiga delitos relacionados con la caza de brujas.
Aunque la ley sudafricana prohíbe desde 1957 las acusaciones por brujería, la mayoría de casos llegan a los tribunales locales tradicionales, y allí los acusados no suelen contar con ningún tipo de asesoría jurídica.
A menudo se deja intervenir a testigos, que son curanderos consultados como oráculos, declara Leff. La caza de brujas es un problema de derechos humanos, sostiene, y acusa a los políticos de Sudráfica de no hacer nada al respecto. Preocupados por su reputación, éstos prefieren lavarse las manos.