Después de dos años de encierros pandémicos, la Isla de Pascua reabre sus puertas para que el turismo internacional visite su patrimonio Rapa Nui.
La pandemia no fue suave para la Isla de Pascua. Durante más de dos años sin visitantes, un grueso de los habitantes del mítico sitio arqueológico en Chile tuvieron que abandonar el espacio. En su ausencia, los guardianes ancestrales de los Rapa Nui, a los que localmente se les hace referencia como ‘moáis’, se quedaron prácticamente solos, mirando a las estrellas pasar sobre la bóveda celeste.
Al término de dos años de crisis sanitaria, los habitantes se preparan para abrir sus puertas nuevamente al mundo. Esta vez, con una renovación del patrimonio que se encuentra en el parque nacional. Aunque todo parece despuntar de nueva cuenta para la isla chilena, los moáis y el patrimonio de la Isla de Pascua se enfrentan a algunos obstáculos políticos.
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Cuando los guardianes de piedra tienen que apretarse el cinturón
Según la oficina de turismo de la Isla de Pascua, el 71 % de la economía local se sostiene del turismo. Por ello, más de 2 mil personas se vieron forzadas a abandonar su hogar para buscar mejores oportunidades fuera. Comparativamente, en la isla habitaban 7 mil 700 personas antes de la crisis sanitaria.
A pesar de la necesidad apremiante de que la Isla de Pascua reciba visitantes —ávidos de conocer, o reconocer el patrimonio—, las autoridades chilenas aseguran que no se cuentan con los recursos suficientes para renovar el parque nacional. Pedro Edmunds, alcalde de la isla, está consciente de que el sitio necesita arreglarse y limpiarse. Sin embargo, el gobierno chileno está prestando oídos sordos a sus solicitudes.
Aunque la isla conserva su belleza natural, la gente siente el peso de la falta de trabajo. Edmunds se lamenta de que «Están mudos. Es penoso vivir en un lugar idílico y con la gente arrastrando los pies”.
Una apertura paulatina
Aún con esta desatención al sitio arqueológico, la apertura de la Isla de Pascua será gradual. La oficina de turismo asegura que la capacidad hotelera estará a un 45 %, con aproximadamente 2 mil 500 camas disponibles para viajeros. Además, sólo 11 de los 45 lugares turísticos estarán disponibles para visitas.
Uko Tongariki Tuk, jefe de la dirección de Turismo de la isla, explica a El País que ésta es una medida preventiva para no desequilibrar la economía local:
“No podemos mantener todos los sitios abiertos ya que tendríamos que contratar a muchas personas y nos iríamos a la quiebra. A medida que el turista vaya pagando las entradas se irá reinvirtiendo en recursos humanos”, dice el mandatario.
En contraste, las autoridades locales impulsaron el programa social Pro Empleo, en el que dieron trabajo a 800 personas. Choferes, guías de turistas y recepcionistas figuraban entre las plazas disponibles para reactivar la economía local. También se abrieron vacantes para limpiar la línea de costa, de manera que recuperase su esplendor pre-pandémico.
Aún con estos estímulos estatales, una de las grandes reservas que Chile tiene con la Isla de Pascua ni siquiera tiene que ver con su patrimonio. Por el contrario, radica en las medidas sanitarias limitadas que el espacio cuenta: al ser un territorio prácticamente virgen, en el que se conservan las tradiciones indígenas Rapa Nui, no se ha logrado implementar un sistema sanitario que solvente las necesidades de más de 150 mil visitantes al año.
Por ello, la apertura de la icónica isla chilena será paulatina. Mientras tanto, sus guardianas de piedra esperan.
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