Millvina Dean fue la persona más joven que embarcó en el Titanic, en el puerto de Southampton, el día 10 de abril de 1912. Ella tenía solo nueve semanas cuando el barco se hundió. Esta es su historia:
- Millvina, ¿usted nació aquí, en la misma ciudad desde cuyo puerto zarpó el Titanic?
No. Aunque en muchos libros que han escrito sobre la historia del Titanic dicen que yo nací aquí, el dato no es correcto. Yo nací en Londres, el día 2 de febrero de 1912, es decir, 38 días antes de que mis padres embarcaran en el Titanic.
De las 2.208 personas que íbamos a bordo del “barco de los sueños”, yo era la más joven.
- ¿Embarcó toda su familia?
Si. Íbamos mis padres, Bertrán Frank Dean y Georgette Eva Light, y mi hermano Bertran.
- ¿Por qué emigraba su familia?
Mi padre había soñado siempre con montar una tienda de tabaco en América, más concretamente en la ciudad de Wichita, en Kansas. Ahorró durante toda su vida para poder comprar los billetes del barco y abrir una tienda allí.
Tuvo que ahorrar mucho porque para viajar en un barco de esas características hacia falta bastante dinero ¿no es cierto?
Trabajó muy duro durante toda su vida, pero lo hacía con ilusión, quería cumplir un sueño. Pero permítame aclararle que viajábamos en el Titanic en tercera clase, no en primera.
- ¿Le contó su madre como fue el día en que subieron a bordo?
Mi madre nunca quiso contarme nada acerca de sus experiencias en el Titanic hasta que yo cumplí 8 años. En ese momento, cuando me anunciaba que pensaba casarse de nuevo, comenzó a relatarme lo sucedido en el Titanic y en especial cómo lo vivió nuestra familia.
- ¿Cuál fue su primera impresión al encontrarse en el puerto, frente a frente con aquel barco tan impresionante?
Ella siempre dijo que el Titanic era como si en el mismo puerto, hubiesen construido una fortaleza. Era enorme, en altura y longitud; era tan grande que la mayoría de las personas que íbamos a bordo no éramos capaces de verlo en su totalidad.
Disponía de tal cantidad de dependencias que para un pasajero era prácticamente imposible conocer, especialmente para los que viajábamos en tercera.
- ¿Por qué eligieron sus padres el Titanic para realizar este viaje?
Cualquier persona en aquel momento lo hubiese elegido. Era el barco más grande, más seguro, más confortable y más rápido del mundo. Sin duda creían que era un honor ocupar un camarote, aunque fuese de tercera clase, en el “barco de los sueños”.
- ¿Por qué le llamaban “El Barco de los Sueños”?
Porque la mayoría de personas que viajábamos en el Titanic, sobre todo la gente más humilde como nosotros, viajábamos para poner en marcha un proyecto.
Todos soñaban, igual que mis padres, en comenzar una nueva vida en América. Algunos pudieron cumplir su ilusión; otros, como nosotros, no.
- ¿Cómo eran los camarotes de tercera clase?
Eran estupendos. Mi madre los describía como un poco estrechos pero muy acogedores. Sin duda, las personas que viajaban en tercera clase tenían mejores camas en el Titanic que en sus propias casas. Además, les cambiaban las sábanas y les hacían las camas a diario, cosa que no sucedía en sus casas.
El único inconveniente era que, en los camarotes de tercera clase no había agua corriente y la que contenía el depósito del lavabo, no era suficiente para los adultos y los dos niños.
- ¿Comían bien en la tercera clase?
Mi madre recordaba no haber comido nunca tanto, ni tan exquisito hasta entonces. Naturalmente no eran los refinados menús del comedor de lujo de primera clase, pero dudo que, la mayor parte de las personas que viajábamos en tercera, nos alimentásemos mejor en nuestras casas.
Además comíamos tres veces al día. Nadie podía pasar hambre.
- ¿Como pasaban el día?
Al ser viajeros de tercera clase nuestros movimientos dentro del barco estaban restringidos. Mi madre hubiese querido conocer las zonas reservadas a los pasajeros de primera; quería conocer los amplios pasillos, el gimnasio, los baños turcos, las piscinas, las peluquerías, la biblioteca, etc. etc., pero no le fue posible.
No nos dejaban abandonar las zonas de tercera clase que era la cubierta inferior en popa y en proa.
Además ella era muy friolenta, igual que yo, por lo que apenas salía del camarote y de la zona interior. Por lo demás, mi padre se iba con los hombres a jugar a cartas o a charlar.
También me dijo que un grupo de pasajeros de tercera clase –irlandeses- formaron una pequeña banda de música y organizaban bailes y canciones para los jóvenes.
- ¿Cómo se enteraron del choque del barco contra el iceberg?
Lo cierto es que no nos enteramos. Estábamos los cuatro dormidos y nos despertaron los gritos de la gente en el pasillo. Salió primero mi padre para ver que pasaba; enseguida regresó y nos cogió a los tres para llevarnos a cubierta. En esos momentos ya todo el mundo se imaginaba que algo muy grave estaba pasando.
- ¿Es verdad que los pasajeros de tercera clase tuvieron muchos problemas para acceder a la cubierta de los botes salvavidas?
La versión de todos los sobrevivientes de tercera clase con los que yo he hablado, incluida mi madre, coinciden en negar tal afirmación. Es cierto que en aquellos momentos críticos hubo mucha confusión, gritos, desorganización… pero dudo que nadie impidiese a ningún pasajero, de ninguna clase, subir a la cubierta de los botes salvavidas.
- ¿Entonces no es verdad que dichos pasajeros se encontraron las verjas cerradas que les impedían el paso?
Ningún sobreviviente del Titanic corrobora esa versión de los hechos. Nuestra familia no encontró ningún problema para subir desde los camarotes de tercera clase a la cubierta de los botes salvavidas.
Repito, reinaba el caos y la desorganización, pero nadie impidió el paso a las cubiertas.
- Aquello parecería una “Torre de Babel” ¿verdad?
Cierto. Hay que tener en cuenta que en el Titanic había personas de casi todas las nacionalidades, incluidos diez españoles, y que la tripulación solamente hablaba en inglés. Eso fue un gran inconveniente.
En tercera clase viajaban muchos turcos, italianos, franceses, incluso chinos, que no conocían el idioma ingles, ni sabían leerlo. Eso hizo que no entendiesen las órdenes de la tripulación ni los letreros de salidas de emergencia. Fue un caos.
El idioma impidió que muchos de los pasajeros salvasen sus vidas.
- Millvina, su familia constaba de cuatro personas y se salvaron tres. ¿Como ocurrió?
Mis padres eran jóvenes. Eran ingleses. Mi madre era muy guapa y ella, siempre en broma, solía contar que su belleza y su simpatía, le abrió paso al bote salvavidas. Además me llevaba a mí en sus brazos y a mi hermano de la mano.
- Sin embargo su padre…
Mi padre, como la mayoría de los hombres, cedieron su puesto en los botes salvavidas para que los ocupasen las mujeres y los niños. Murió como un valiente, como la gran mayoría de las personas que perdieron la vida en el Titanic. Siempre nos hemos sentido muy orgullosos de mi padre.
- ¿Le contó algo su madre sobre la historia de los músicos?
Si. Todos los sobrevivientes coincidieron en manifestar que los músicos de la orquesta del Titanic se comportaron como unos auténticos héroes.
Podrían haberse salvado todos, porque como miembros de la tripulación del Titanic podrían haber ocupado el lugar de un marinero en cualquiera de los botes salvavidas, pero ellos eligieron quedarse en la cubierta del barco y continuar interpretando sus obras favoritas con el fin de hacer menos dramático el final que les esperaba a todos.
- ¿Qué hay de cierto en que la última pieza que tocaron antes de hundirse el barco fuese la canción religiosa “Cerca de ti Señor”?
En relación a esto hay diferentes versiones. Unos sobrevivientes dijeron que la última pieza que escucharon fue un vals, otros que una polca, la mayoría, efectivamente, dijeron que era la canción religiosa “Cerca de ti Señor”, aunque muchos declararon que el alboroto era tal, que desde los botes, era imposible escuchar nada. Seguramente eso fue lo que ocurrió.
- Mientras esperaban la llegada del Carphatia, a bordo de los botes salvavidas cundió el pánico?
No. Las personas que estábamos en los botes salvavidas habíamos perdido, casi todas, a algún miembro de la familia.
La gente estaba agotada, rendida, sin apenas ganas de vivir, sin ilusión. No había lugar para el pánico.
- ¿Cómo fue la llegada a Nueva York a bordo del Carphatia?
Mi madre fue muy asediada por los fotógrafos y periodistas. Llevaba en sus brazos a la persona más joven del Titanic, además de otro hijo y éramos pasajeros de tercera, por lo que nos hicieron muchísimas fotografías. Aquí tiene una de ellas. La guardo como un tesoro.
- ¿Y el viaje de regreso desde Nueva York a Inglaterra?
Fue a bordo del buque Adriatic. Allí también mi madre fue la atracción, todos los pasajeros querían tenerme a mí en sus brazos y hacerse fotografías. Mire lo que escribieron en un periódico de la época. Busca en una carpeta, llena, repleta de recortes de periódicos de la época y me muestra una página del Daily Mirror, del día 12 de mayo de 1912.
Este es el texto: “Ella era la mascota del buque durante el viaje, y era tanta la rivalidad entre las mujeres para acunar en sus brazos a este adorable mito de humanidad, que uno de los oficiales decretó que los pasajeros de primera y segunda clase podían sostenerla durante turnos de no más de diez minutos”.
- Cuando regresaron de Nueva York, ¿se quedaron a vivir aquí en Southampton?
Sí. A mi madre le gustó esta ciudad. Sin embargo mi hermano y yo fuimos educados con la ayuda de varias fundaciones. Estudiamos en el Greggs School. Después me ofrecieron trabajar para el Gobierno británico dibujando mapas.
Más tarde presté mis servicios en una empresa de ingeniería hasta que me jubilé. Y aquí estoy en éste día, hablando con un periodista español, sin soltarle la mano y mirándole a los ojos.
- Ya sé que quiere terminar, que puede estar cansada, pero permítame una última pregunta. Usted ha estado en todos los puertos donde recaló el Titanic, pero ¿visitó alguna vez los astilleros irlandeses donde se construyó?
Sí. En el año 1996 visité Irlanda del Norte y estuve en Belfast. Fue una visita muy emocionante. Incluso llegue a hablar con algunos familiares de personas que trabajaron en la construcción del Titanic.
Esta entrevista es un fragmento que se publicó en la página oficial de la Fundación Titanic. Jesús Fierro es el periodista y también es el presidente de esta fundación.
En este enlace puedes encontrar el texto completo.
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