En el valle de Katmandú, a las niñas del pueblo newar se las venera como deidades omnipotentes.
A las kumaris se las admira en la comunidad Newar. Se cree que tienen poderes para predecir el futuro y curar enfermos (en especial aquellos que sufren desórdenes sanguíneos), cumplir con ciertos deseos y conceder bendiciones de protección y prosperidad. Sobre todo, se dice que ofrecen una conexión inmediata entre este mundo y el divino, y que reparten el maitri bhavana, el espíritu de la bondad amorosa hacia los demás, entre sus devotos.
La tradición se remonta por lo menos al siglo X, cuando las niñas y los niños en todo el sur de Asia participaban en rituales hindúes y budistas como agentes para la advinación. Su supuesta conexión con lo divino y su habilidad para predecir el futuro eran de un interés particular para los gobernantes de Asia. Siglos después, la tradición fue tomada por los pueblos que vivían en la periferia del subcontinente indio -enCachemira, Assam, Bengala, Tamil, Nadu y Nepal-, que siguieron religiones subversivas que enfatizaban el poder femenino, o shakti, y la posesión tántrica, un estado logrado mediante invocaciones mágicas y rituales, y mediante el cual supuestamente los humanos pueden transformarse en seres divinos con poderes sobrenaturales.
La costumbre de glorificar a niñas preadolescentes (la palabra kumari significa ?niña virgen? en nepalí? solo se convirtió en un culto profundamente arraigado en la remota e impenetrable región montañosa de Nepal, y sólo ahí esta tradición aún se practica con vigor. Entre los budistas newar, las Kumari se consideran la personificación de Vajeadevi, la deidad femenina suprema, una Buda.
En la actualidad solo hay 10 kumaris en Nepal, nueve de ellas en el valle de Katmandú. Se siguen seleccionando solo de familias ligadas a comunidades que habitan en torno a un patio central, y todos sus ancestros deben venir de una casta alta. Ser escogida para el puesto se considera el honor más alto, mismo que puede conceder innumerables bendiciones a la familia de una kumari. De modo que, a pesar de la carga financiera y los sacrificios personales que implica mantener a una niña como una diosa viviente, y las dificultades de su rehabilitación una vez que alcanza la pubertad y tiene que vivir de nuevo una vida normal, algunas familias siguen dispuestas a presentar a sus hijas a la selección.
Las kumaris se visten con el cabello recogido en un chongo, usan líneas gruesas pintadas con delineador alrededor de los ojos y hasta las sienes y, en días de festival, una tika roja pintada en la frente con un agni chakchuu -el tercer ojo, conocido como el ojo de fuego- de plata mirando desde el centro.
Una habitación de la casa debe destinarse a la puja, u oración, con un trono donde la diosa pueda recibir a los devotos. Cada mañana, la familia debe hacer rituales ante ella. No puede salir, salvo durante los festivales, cuando alguien tiene que cargarla en brazos o en un palanquín, para que sus pies no toquen el suelo. Sólo puede comer ciertos alimentos y ningún ingrediente tabú, como huevos de gallina o pollo. Nadie que esté en contacto con ella puede ponerse prendas de cuero. Sobre todo, las jumaris no deben sangrar, pues se cree que la diosa que entra al cuerpo de la niña cuando se convierte en kumari, la abandonará si pierde sangre. Incluso, un rasguño accidental podría terminar su reinado. Una diosa viviente siempre es destituida cuando llega su primera menstruación.
*Matina Shakya avanza en un templo dorado móvil de 255 años por Katmandú, durante el festival anual de Indra Jatra.
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