La nueva edición de Latidos de México, de Ariel Carlomagno, no mira a las comunidades originarias desde la transgresión. Esto fue lo que vivió en la Riviera Maya.
Ariel Carlomagno empezó a recorrer México hace 12 años. Cuando se le encomendó el proyecto de retratar a las comunidades originarias del país, se adentró entre los recovecos más celosos de la sierra tarahumara. Más de una década más tarde, incursionó en las comunidades mayas del sureste. Esta diversidad integra Latidos de México, su más reciente muestra fotográfica.
«Aquí vemos la foto colgada», dice el fotógrafo argentino en una entrevista exclusiva para National Geographic en Español, «pero detrás de ella hay una historia enorme. […]La riqueza radica en la diferencia, no en la uniformidad».
Esta premisa sostiene la nueva edición de Latidos de México, que se expondrá del 21 de abril al 22 de mayo en la Galería Abierta del Bosque de Chapultepec. «En un mundo tan devaluado en lo que la palabra se refiere, la imagen emerge», asegura el fotógrafo. Esto fue lo que nos dijo al respecto.
Cuando el retrato devuelve la mirada
Carlomagno reconoce que, al inicio del proyecto, su mirada hacia los pueblos originarios de México no estaba siendo democrática. A más de diez años de haber comenzado con el proyecto, entiende que conservar su esencia autóctona, no está peleado con el derecho que tienen de entretejer aquella herencia cultural con occidente.
Si bien es cierto que Latidos de México inició en el norte del país en 2010, entre las cadenas montañosas de Chihuahua, hoy ha tomado dimensiones nacionales. Más de una década después, Ariel Carlomagno decidió expandir su trabajo fotográfico hasta el sureste del país, al municipio de Tulum, en el estado de Quintana Roo.
«No le quita valor que el chamán de la comunidad, cuando termina de compartir un momento espiritual, agarre su bicicleta y en unos cuantos minutos vaya a un Oxxo», explica el autor sobre su experiencia reciente en la Riviera Maya.
A pesar de que el puerto ha sido invadido por los desarrollos hoteleros masivos, las comunidades originarias persisten en su necesidad de ocupar la tierra que han habitado por milenios. Al respecto, el representante municipal de Tulum, David Tha Balam, explica que esta serie fotográfica es un vínculo que une a su comunidad con la mirada de otros mexicanos, que quizás ni siquiera han escuchado hablar de sus costumbres.
«El estar aquí [en la exposición] es un reflejo de lo que día a día se vive en las comunidades mayas, y sobre todo, de nuestro municipio de Tulum», dice el representante comunitario. «La identidad se olvida, porque el turismo se concentra en lo moderno».
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Tomar para devolver
Con todo lo anterior, el fotógrafo argentino reconoce una batalla implícita en las comunidades originarias de México. Si bien luchan por mantener su identidad autóctona, necesitan integrarse al avance de occidente en sus municipios que, a su vez, los integra a su propio país. Por ello, el trabajo de Ariel Carlomagno no se limita a hacer retratos de las personas desde la marginalidad:
«Para poder llegar a ese momento [de tomar un retrato]», explica el fotógrafo, «se requiere de una comunión: llegar con mucho amor y con mucho respeto a un lugar donde voy a devolver, no a tomar».
Las fotografías que Carlomagno tomó de las personas de diversas comunidades originarias, por tanto, no tenían la intención de invadir el espacio del otro. Por el contrario, pretenden ser ventanas a comunidades milenarias que, a pesar de ser el sostén cultural de México, viven en las periferias desatendidas.
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Sin invadir: Ariel Carlomagno y las nuevas tecnologías
«[Latidos de México] es una responsabilidad que involucra muchos actores», dice el fotógrafo. Al respecto, explica que las nuevas tecnologías han sido un factor amplificador de consciencia. No sólo en términos de que permiten un acceso mucho más amplio para que otras personas conozcan Latidos de México, sino porque la colaboración con Motorola le permitió un acercamiento menos invasivo a las comunidades originarias.
En su experiencia, es muy distinto enfrentar a las personas al lente de una cámara que al de un smartphone. Por la cercanía que hemos establecido con este tipo de dispositivos, tomar una fotografía con un teléfono celular resulta mucho menos comprometedor que hacerlo con otros formatos: «es un instrumento que no intimida«, explica sobre su experiencia como retratista de la Riviera Maya.
Y lo que es más: en la exposición sobre las rejas de Chapultepec, millones de personas en el tráfico capitalino podrán conocer más del contexto en el que se tomaron las fotografías. Esto es así porque, al inicio de la muestra, hay un código QR con el perfil de cada individuo retratado, que profundiza en la historia particular de cada pieza.
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Niñas que miran a mujeres mexicanas
El fotógrafo argentino reconoce que otras personas han emprendido proyectos estéticos similares. Cuando se le pregunta sobre la obra de Graciela Iturbide, reconoce que la fotógrafa mexicana fue una referencia constante para sus propios retratos de mujeres indígenas:
«La mujer es la que sigue manteniendo viva a la cultura y la tradición, porque no abandona su espacio» , dice Carlomagno. «Es el referente para que sus hijos la copien.»
Entre todos los años de investigación y viajes que ha implicado Latidos de México, nació Camila, la hija del fotógrafo. Doce años después de iniciado el viaje a través del país, dentro y fuera de comunidades originarias, hoy ella mira las miradas que miraron a su padre.
Desde las rejas de Galería Abierta del Bosque de Chapultepec, hoy la niña puede interactuar con los retratos de otras mujeres mexicanas que la antecedieron. Aunque no las conoce, forman parte de su herencia cultural como latinoamericana. «En ese encuentro, la magia sucede», concluye el fotógrafo.
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