La magnitud, el momento y la ubicación precisa de los terremotos son impredecibles. Sin embargo, los investigadores han descubierto que, en determinadas situaciones, los procesos que preceden a estos eventos pueden extenderse durante meses o incluso años. Durante este período, es posible vigilar y posiblemente identificar señales.
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Un grupo de científicos del Centro Alemán de Investigación de Geociencias GFZ en Potsdam, Alemania, han analizado lo que sucedió previo a los dos terremotos de magnitud 7.8 y 7.5 que sacudieron a Turquía y Siria en febrero de 2023, y que dejaron miles de muertos.
En un artículo publicado en la revista Nature sugieren que los terremotos de gran magnitud podrían mostrar una fase de preparación que podría ser apreciable varios meses antes. La doctora Patricia Martínez Garzón, directora del equipo, explicó que ocho meses antes del terremoto de Turquía, dos zonas cercanas al epicentro, en un radio aproximado de 20 kilómetros, se iluminaron con sismicidad y se mantuvieron muy activas.
«Esa sismicidad era anómala, tanto en intensidad como en frecuencia, frente a lo que habíamos registrado durante nueve años. Además de haber muchos más terremotos, la cantidad de energía liberada fue mayor», dijo en entrevista con el medio español ABC. “El cambio ocho meses antes indicaba que algo era diferente en la actividad de la falla. Pero esto no significaba necesariamente que fuera a culminar en un terremoto de gran magnitud. Hay veces en las que la falla se activa y no acaba en un gran sismo”.
El terremoto de Turquía fue desencadenado por la actividad de las fallas en Anatolia del Este. Los expertos identificaron meses antes terremotos de una magnitud entre 4 y 4.5 y señales preparatorias en la falla principal y en una falla secundaria.
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Predecir un terremoto podría evitar catástrofes y salvar miles de vidas, aunque los expertos advierten que estos fenómenos son sumamente complejos y aún se requieren numerosos estudios para determinar si las señales pueden utilizarse como aviso temprano o sistemas de alerta. A este estudio se sumará el análisis de otras zonas de alto riesgo como Italia, Grecia y otras regiones de Turquía.
“Nuestros resultados se suman a la evidencia acumulada de que al menos algunos grandes terremotos muestran una fase de preparación monitoreable que guarda cierta similitud con los modelos teóricos y de laboratorio del proceso de falla”, menciona la investigación.
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