La última vez que Mauna Loa entró en erupción fue en 1984. Ubicado en la zona sur-centro de la Gran Isla de Hawai’i, es el volcán más grande del que se tiene registro en el planeta. No por nada, el nombre se traduce del hawaiano como ‘montaña larga‘, y figura como una de las piezas centrales en el Parque Volcánico Nacional en la isla.
Después de casi 4 décadas de un sueño profundo, Mauna Loa entró en erupción durante la noche del domingo 27 de noviembre de 2022. El escándalo hizo que sus compañeros en la isla también se despertaran. Especialmente, el Kilauea: el coloso más activo de la Tierra.
A pesar de que ambos volcanes explotaron el fin de semana, las autoridades no consideraron necesario evacuar a la población. Sin embargo, según documenta The New York Times, «los funcionarios aconsejaron a los residentes que revisaran sus planes de preparación«.
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La erupción empezó a las 11:30 de la noche, hora local. La cumbre del Mauna Loa se cubrió de un velo de lava, al interior del Parque Nacional de los Volcanes de Hawai’i, según el Servicio Geológico de Estados Unidos. El material incandescente se quedó confinado en la cubre, hasta que a las primeras horas de la mañana se rompió una zona en el lado noreste.
Hasta ahora, las comunidades cercanas se encuentran a salvo. En realidad, documenta la institución, existen pocos riesgos para aquellas que se ubican cuesta abajo. Aún así, los especialistas del Servicio Geológico aseguran que la lava podría cambiar de dirección rápidamente. Por ello, se les aconsejó revisar sus planes de preparación ante cualquier emergencia.
“Las erupciones de Mauna Loa en particular tienden a ser muy dinámicas en sus primeros días”, explica el vulcanólogo hawaiano Kenneth Rubin. “Las condiciones sobre el terreno pueden cambiar con bastante rapidez”.
Por ello, los vuelos internacionales a Hawai’i han sido cancelados hasta nuevo aviso. Las autoridades locales aseguran que no hay riesgo realmente para los turistas. De cualquier manera, los más de 3 mil 200 kilómetros de superficie que abarca el volcán —sobre todo, por debajo del agua— están cubiertos por sistemas de monitoreo.
Por el momento, las autoridades consideran una prioridad identificar desde dónde está saliendo la lava, y hacia qué puntos están corriendo los flujos. Más que nada, advierten los funcionarios, porque todavía cabe la posibilidad de que se abran nuevos respiraderos a lo largo de la semana, si la actividad sísmica no cede.
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