Vestirse con los colores de la bandera estadounidense se volvió una moda entre los cubanos, a unos días de la reapertura de la embajada estadounidense en la isla.
Una bandera largamente ausente volverá a ondear en La Habana con la reapertura oficial de la embajada de Estados Unidos el próximo 14 de agosto. Pero en la isla socialista el acercamiento al antiguo rival ideológico se palpa además ya desde hace meses, con símbolos teñidos de los típicos colores del estandarte de las barras y las estrellas que empiezan a volverse de repente más habituales.
Ser "buenos vecinos", es el eslogan político del momento, impulsado por el histórico deshielo iniciado por ambos países a finales de 2014. Pero también parece una sensación real a pie de calle. Para las decenas de miles de turistas estadounidenses que visitan con más frecuencia la antigua "isla prohibida" desde comienzos de año, así como para los ciudadanos corrientes en Cuba. Soplan nuevos vientos.
El viernes de mediados de agosto previsto para la ceremonia de apertura de la embajada norteamericana frente al emblemático Malecón habanero genera enormes expectativas en la capital cubana. ¿Habrá banderitas saludando a John Kerry, el primer secretario de Estado norteamericano que pisa la isla en 70 años? Lo normal sería que no, pero en estos días muchas viejas certezas entre Cuba y Estados Unidos parecen tambalearse de repente.
No son pocos los que muestran abiertamente los típicos colores estadounidenses.
Se ve alguna bandera norteamericana colgando de un balcón en la capital cubana, y también muchas prendas con adornos del vecino país del norte, quizá señal de tiempos nuevos en los que las viejas consignas de repudio parecen un poco más obsoletas.
"A mí me lo trajeron", explica Claudia Ramírez sobre su vestido de tirantes y pantalón corto diseñado íntegramente en los colores estadounidenses, con el que paseaba el pasado 20 de julio justo por delante del edificio que ese mismo día se acababa de convertir en la embajada norteamericana. "Me gusta", afirma sobre el porqué de ese atuendo. Para la estudiante habanera de 19 años, el vestido no tiene un significado especial: "No me gusta la política", asegura, desinteresada.
Una moda es también para Karina Véliz su camiseta sin mangas estampada con la palabra "USA" y la archiconocida bandera de las barras y las estrellas.
"Me la envió la tía de mis niños que vive en Las Vegas", explica la vecina de Centro Habana, de 58 años. Un gusto además que a ella le viene desde hace tiempo, porque tiene la prenda desde hace unos diez años.
Pero sí le parece que el diseño cobra ahora un significado especial, debido al histórico acercamiento con Estados Unidos. "Me parece muy bueno", dice sobre lo que ocurre estos días. Porque cree que la nueva era en las relaciones bilaterales puede también acercar a los habitantes de la isla con la numerosa comunidad del exilio cubano en el país vecino, unos dos millones de personas.
"El papá de mis nenes vive en Massachusetts", cuenta Véliz. "Por problemas de política nunca ha podido volver a Cuba", lamenta. Su ex pareja se marchó en el llamado éxodo de Mariel de 1980. A sus hijos les encantaría ahora que su padre pueda visitarlos en la isla gracias a las mayores facilidades de viaje que ambos gobiernos han aprobado en los últimos años, agrega.
Para Yoandry, un vecino de Centro Habana que pide que le llamen así, a secas, la gorra de béisbol en los colores estadounidenses con la que pasea por las calles fue justamente un regalo que un amigo le trajo de Estados Unidos. La lleva también por una cuestión de moda, despreocupado de que alguien pueda verle una carga política, quizá como antaño, o una simpatía recién descubierta.
Lisa Fragoso, en cambio, sí quería hacer una declaración política. El mismo día que los gobiernos de Washington y La Habana restablecieron sus relaciones diplomáticas, Fragoso se paseó por delante de la nueva embajada en un viejo auto descapotable norteamericano de los años 30 o 40 ondeando una bandera.
"Pospuse mi vuelo para estar aquí", cuenta Fragoso, una maestra de 35 años de Los Ángeles, que estuvo durante semanas en Cuba participando en un programa de intercambio educativo.
Tenía que volver a Estados Unidos dos semanas atrás, pero quiso estar el 20 de julio en La Habana para vivir ese día histórico, dice, pese a que en la isla apenas si se celebró la reanudación de los lazos diplomáticos rotos el 3 de enero de 1961.
Delante de la embajada, eso sí, se vieron banderitas de papel en manos de algunos curiosos y de empleados de la legación. Los pequeños símbolos que ya pueblan La Habana antes de que el estandarte estadounidense ondee oficialmente frente al Malecón, tal y como la bandera cubana en Washington desde el pasado día 20 de julio.
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